El otoño de 1989 nunca sería recordado como un otoño más, aquel pudo ser un año más o menos gélido que el anterior, pero probablemente eso es algo que ya casi nadie recuerde. Aquel mes de Noviembre de 1989 sería un año que marcaría un punto y aparte en la Historia con mayúsculas del viejo continente. Yo era un enano, y por aquellos tiempos andaba por quinto de E.G.B, así que no sabía mucho de qué coño era lo que pasaba en la vieja Europa.
Nuestro continente todavía seguía estando dividido por las consecuencias de una Segunda Guerra Mundial que aunque quedaba lejos, todavía coleaba en las Relaciones Internacionales del mundo. Europa seguía dividida en una parte Occidental y en otra Oriental (o del Este) y los ánimos seguían candentes en medio planeta con aquello que llamaban Guerra Fría: los rusos y los yankees a la gresca, velando por sus intereses y llenando de mierda el futuro de muchos países.
Yo era un chaval preocupado solamente por el baloncesto, y del Este escuchaba solamente nombres que acababan muchas veces en ic (como Petrovic) que venían de un sitio que entonces se llamaba Yugoslavia, otros nombres acababan en is (como Sabonis) y venían de la URSS. Debo confesar que yo por aquel entonces no sabía nada de aquellos lares y no tenía ni pajolera idea de que en las décadas posteriores estaría muchas veces pillando una vieja mochila azul para perderme por aquellas latitudes. De países como Yugoslavia o la URSS nadie sabía mucho, salvo que eran del Este y jugaban bien al basket, también algunas personas al referirse a ellos decían que eran países comunistas , del otro lado del muro de Berlín o de aquello raro que los libros llamaban Pacto de Varsovia.
Y es que claro, uno no se preguntaba mucho de aquella otra Europa, pero debo confesar que en la habitación empapelada con jugadores de la NBA también tuve mi espacio , mi homenaje y atracción por el Este. Aquello lo hice obviamente a través de aquellos grandes héroes de la canasta que venían de aquellos países y que ya habían ganado (humillado) a los americanos en los Juegos Olímpicos de 1988. Sabonis y Petrovic eran enemigos, pero demonios, yo disfrutaba como un enano viéndolos jugar a baloncesto, y me daba igual de donde vinieran.
Si bien la geopolítica y la economía era algo que me sonaba a chino, en unos años no muy lejanos cuando tenía veintipocos empecé a sentir una extraña llamada, que no era a la oración, simplemente era una innata curiosidad por conocer aquella parte del Este de Europa.
Yo solamente tenía una escasa década de vida en el otoño de 1989, mis preocupaciones creo que eran muy simples y triviales, algo así como jugar al baloncesto con los amigos y esperar volver a ver los partidos de la NBA con el All-Star, el concurso de mates-triples e imaginando a los Lakers repitiendo el anillo por tercer año consecutivo. En aquellos tiempos no había NBA casi a diario ni youtube, por lo que compraba aquella revista llamada Gigantes del Basket y me quedaba hasta las tantas a ver Cerca de las Estrellas y todos los partidos que la tele echaba de la Copa de Europa de baloncesto. De Historia y geopolítica había seguramente libros en la Biblioteca de Oviedo, pero yo por aquel otoño de 1989 prefería leer las aventuras de Verne, Salgari o Stevenson. Vamos, hay que ser sinceros, en el año 1989 y con once años de edad está claro que yo no entendía nada de aquello que llamaban la Perestroika.
Yo no tenía ni pajolera idea de nada de lo que pasaba al otro lado de Europa, demonios, solamente era un niño, aunque ahora pienso que a la mayor parte de la gente que conozco (incluso a la gente viajera) no le interesa demasiado lo que pasó o pasa allí. Toda esa indiferencia por el Este es algo que ocurre ahora que estamos inmersos en plena época de Google, en pleno siglo XXI el Este es para muchos un sitio cercano pero lejano, complejo y al que cuando se va se hace simplemente para un fin de semana a algunas de sus bellas capitales con un vuelo barato por 50 euros.
Un cuarto de siglo después puedo afirmar que no conozco a mucha gente que le interesa la enorme complejidad que todavía sigue siendo Europa del Este, pero sea por la razón que fuera en mi persona quedó marcada esa curiosidad. También ahora pienso y veo que en aquellos tiempos uno podía estar en una parte de Europa o en la otra con una vida muy diferente a pesar de tener un balón de baloncesto y una canasta en las manos. Tener un libro u otro en cambio ya era otra quimera, con el tiempo descubriría que en aquellas latitudes muchos libros estaban censurados o que te podían costar la cárcel o incluso la vida. Pero claro, uno podría ver años más tarde que la realidad en aquellos países era bien diferente a la de una España que a finales de los 80 bailaba con la resaca de sexo, drogas y rock and roll de los años de la movida.
Algunas, muchas o casi todas aquellas ciudades permanecían inaccesibles para la clase media de una Europa que miraba el futuro con esperanza. Berlín Oriental, Praga, Sarajevo, Riga, Moscú, Belgrado, Budapest o Vilnius son ciudades que hoy en día aparecen en muchas conexiones de vuelos de bajo coste. Pero si damos la vista atrás, por aquel año 1989 eran ciudades que tenían lo suyo y que todavía estaba llenas de los James Bond de turno,con la CIA, el KGB, la STASI alemana, y demás servicios secretos jugando en el tablero de juego mundial.
Ahora, con el necesario paso del tiempo es cuando hago la vista atrás, pienso en muchos de aquellos lugares sin saber que en el futuro yo los recorrería, pero también puedo pensar en que para mucha gente se estaba viviendo una anhelada cuenta atrás. Millones de personas de Europa del Este deseaban libertad, que se derrumbara el puto muro de Berlín y que muchos tiranos como Ceauscescu desapareciesen de la faz de la tierra, pero sobre todo pensaban en una mejora de sus vidas y la de sus seres queridos.
Las grietas del muro de Berlín empezaron a verse muchos años atrás, con las protestas que Polonia estaba viviendo en aquella década de los ochenta con el liderazgo de Lech Walesa, o con aquellas otras protestas que décadas antes se vivieron en Budapest y en Praga reclamando libertad pero que fueron socavadas con los tanques soviéticos.
Berlín estaba a escasos días de tirar aquel infame muro abajo. Sus cimientos se tambaleaban por las propias injusticias del sistema, por la tiranía de la RDA con su infame Stasi y por el hastío de una población cansada de las estrecheces y la ausencia de libertades fundamentales. Mucha gente sentía que aquel muro tenía las grietas marcadas desde que se empezó a construir, su caída sería no solamente la victoria de una ciudad, sería también la lucha por cambiar la Historia en otros países vecinos de aquella Europa llamada del Este.
La cuenta atrás de un hecho clave de nuestro tiempo estaba en marcha, mientras tanto yo era un niño feliz botando el balón de baloncesto en mi colegio. En aquellos días se estaba gestando un hecho clave que cambiaría la vida de millones de personas y el sistema geopolítico, social y económico de la vieja Europa. En aquellos inicios del mes Noviembre de 1989 la ciudad de Berlín estaba a punto de cambiar su propia Historia , pero también la de Europa y la del mundo…
Hoy la cita es: «En algunos lugares del mundo tu llegada o salida se amplían de un modo misterioso por las emociones de todos aquellos que han salido o llegado antes que tú». Cees Nooteboom
Estoy deacuerdo con PAU
Hoy en día se repite mucho el apelativo de histórico, pero ese día de hace 25 años realmente lo fue.