Uno de los legendarios libros de viajes del siglo XX fue escrito por Robert Byron y llevaba el título de «Camino a Oxiana», en mi caso es menos glamuroso y es un post. No es un Road to… sino un flight to Tashkent. Pero bueno , menos da una piedra, y ya se sabe aquello de que «lo importante es moverse» que nos decía un señor llamado Robert Louis Stevenson ;). .
Empezaba un nuevo viaje y aventura, con destino Uzbekistán y Kirguistán, si, ya sabes , son esos países que uno a veces piensa que no existen y que cuando se lo dices a tus amigos se parten el culo pues nadie los ubica en el mapa. Iba a poder sentir parte de lo que fue la legendaria Ruta de la Seda, aunque lo cierto es que bien poco queda de aquella pasada gloria cultural y comercial. Viajar por estos países en pleno mes de agosto no es quizá lo más recomendable, y sin duda que no es la mejor fecha para hacerlo ( terrible calor en tierras uzbekas).
Por otro lado, tengo que ser sincero y debo decir que no era mi sueño el de recorrer así parte de la Ruta de la Seda, mi idea siempre fue realizar un viaje largo desde China al Mediterráneo ( o viceversa). Esas ensoñaciones viajeras siempre se referían a pisar estas tierras con las sensaciones de poder sentir en mis carnes estos parajes perdidos a través de un viaje legendario. Al hablar de estos lugares lo primero que viene a la mente de todos es aquel inolvidable viaje que realizó un tal Marco Polo. Uno piensa que ya ha llovido de aquello, pero lo cierto es que no deja de tener un mérito inigualable, venirse desde Venecia a China por tierra hace siglos. Cuando uno viaja nunca deja de pensar en aquella tremenda gesta y aventura de la familia Polo.
El caso es que ahora no disponía del tiempo necesario , son los rigores del no viajar con tanto tiempo como en la vuelta al mundo. Pero bueno, no hay otra que ver el vaso medio lleno, soy un tipo optimista por naturaleza y siempre trato de mirar el viaje como el tiempo de los regalos que nos decía el maestro Patrick Leigh Fermor 😉 .
Los preparativos de este viaje ya me desquiciaron un poco, dejarse 80 euros en la visa de entrada múltiple en Uzbekistán no agrada a nadie, mucho menos si lo pongo en una balanza y lo comparo con los 50 euros que me costó la visa de seis mesas para India. La visa de Kirguistán finalmente no la pude sacar en España, no tienen representación y la única posibilidad es que te la haga la embajada de Kazkastán en Madrid . Pero claro, hay un problemilla y es que para ello necesitaban una carta de invitación kirgiza, y las que localizas por Internet me pedían 90 dolares , además de pensar que es un robo a mano armada ya era demasiado tarde y no tenía tiempo. Debía buscarme la vida y sacarla en Uzbekistán, otro contratiempo burocrático más que me llevaba a recordar la burocracia vivida el año anterior con la dichosa visa rusa para hacer el Transiberiano .
Estos uzbekos y kirgizos desde luego que siguen conservando el estilo de sus vecinos rusos, burocracia en estado puro y poco aprecio por las visitas de extranjeros, es algo evidente y que se plasma en precios y en quebraderos de cabeza. Y es que ya se sabe, el viajero debe pagar toda esta maldita burocracia para poder ver y sentir ciertos lugares, pero la vida es un constante viaje en el que a veces debemos pagar ciertos peajes que no nos gustan.
Otro de los dimes y diretes de viajar por aquí es el tema de llevar dinero en efectivo, y es que el ir a un país como Uzbekistán es ir a un lugar donde no hay cajeros para sacar pasta. Ello te obliga a ir con efectivo en el bolso y ya se sabe que a nadie le gusta eso de llevar unos mil eurillos en la cartera , siempre mosquea , por si se te extravían vamos …. ;(. Ya se sabe lo que te toca en estos países, hay que acudir al mercado negro para cambiar divisas por la moneda local, la gente necesita dólares y euros como el comer, y sus cambios superan con mucho a los cambios marcados como oficiales, así que una vez preparados ya puedes decir aquello de: Bienvenidos al mundo real de Asia Central.
En fin, que pese a estar en el siglo XXI y navegar por la red, la burocracia y la dictadura marcaban parte de las reglas de este nuevo viaje. Como dirían algunos que conozco “ sarna con gusto no pica” , así que tocaba armarse de paciencia y mirarlo todo desde el plano positivo. Ya se sabe eso de como los viajes enseñan y en esta ocasión serían sin duda nuevas experiencias y lecciones que me marcarían como persona y como viajero.
Llegar a Uzbekistán me llevó sucesivas y cansinas combinaciones de vuelos. De España a Frankfurt y de allí a Riga, tengo que ser sincero y decir en este caso que siempre se agradece viajar con una empresa con el excelente servicio de Lufthansa. En Letonia me tocó hacer escala, y de nuevo volví a estar en el aeropuerto de Riga que conocía muy bien. Pequeño, agradable y lleno de hermosas mujeres rubias con piernas kilométricas. Pequeño pero agradable, tanto el aeropuerto como lo que me parecen los países del Báltico. Hace varios años me pegué un buen viaje por Lituania y Letonia, y la verdad es que son países y gentes agradables, sin duda que poco tienen que ver con sus cascarrabias vecinos: los rusos.
Tras unas tres horas de escala pude pillar mi avión que iba directo para Tashkent- la capital uzbeka, por si no os suena el nombrecito- 😉 . El horario de llegada era para echarse a temblar, pues eso de llegar de madrugada nunca me ha agradado demasiado, y mucho menos en ciertos lugares, pero bueno es lo que tocaba esta vez. El vuelo en Air Baltic fue demencial, unas seis horas metido en una caja de cerillas, poco espacio entre asientos y sin recibir un mísero vaso de agua, al menos pude echar una cabezadita y pasar una mitad del trayecto dormido y la otra leyendo. Quizá esa austeridad fue el primer síntoma de que las siguientes cuatro semanas iban a tener varias carencias.
La llegada a Tashkent fue extraña, iba descendiendo el avión y no se apreciaba para nada que nos acercásemos a una capital de millones de habitantes. Apenas se divisaban luces, la ausencia de iluminación fue la primera impresión con la que Uzbekistán me recibía. Era mi primera sensación y quizá una serie de emociones extrañas recorrían mi cuerpo. Esto era Asia Central, una parte legendaria de la Ruta de la Seda, lugares que vivían ( y siguen viviendo) a medio camino entre Rusia, China y el mundo musulmán. Viajar por Uzbekistán y Kirguistán son de esos destinos que sorprendían de lleno a la mayor parte de las personas que conozco. A veces , muchos de mis amigos me preguntaban si realmente existían estos países. La vieja Europa y las premisas que rigen su vida ya quedaban demasiado lejos, empezaba otra historia y otra forma de ver muchas realidades y situaciones . Reconozco que detesto los aeropuertos, y creo que la Ruta de la Seda era un viaje para hacer entero y no por partes, pero esto era lo que había y en parte era una prueba de fuego.
En los últimos años he podido leer diversos libros de la zona, entre ellos destaco los de mi admirado Colin Thubron y sus legendarias obras “ El corazón perdido de Asia” y “ La sombra de la Ruta de la Seda”. En ellos pude ya intuir parte del galimatías geopolítico y social que acontece en esta parte del mundo. El caos étnico convive con la corrupción extrema de una clase política que navega entre petrodólares y el gas, y obviamente del dinero del narco , pues no nos olvidemos que cuando sale la heroína de Afganistán( el 90-95 % de la producción mundial) hay que llevarla muchas veces por estos países. Ya se sabe, esta zona del Planeta siempre la han claificado como “ The Great Game”, y poco ha cambiado desde que rusos y británicos se disputaban hace ya más de un siglo los intereses en esta zona.
Bajar del avión era encontrarse con un aeropuerto en penumbras, sin luces, con una neblina y un calor sofocante que te salpicaba directamente a la cara. Militares y policías con miradas distantes y rostros poco risueños, carteles sin anuncios publicitarios y una cierta austeridad nos recibían en la capital uzbeka. La primera impresión que ves en los rostros de Asia Central es la enorme mezcla racial, el crisol étnico es espectacular. Estos países reciben al viajero con infinidad de facciones y rasgos, los grupos étnicos de esta parte del mundo son tremendamente variados y dispersos : rusos, tayikos, uzbekos, mongoles, kirgizos, uigures y un sinfín de etnias menores. Todo obviamente mezclado con un pasado comunista y los guiños actuales al Islam, casi nada, todo un cocktail molotov que hace de esta zona uno de los puntos calientes del Planeta.
Rellenar papeles reconozco que nunca ha sido lo mío, me supera la burocracia, en este caso había que rellenar varios, incluido uno para declarar el dinero que se metía en el país ( papel que había que conservar durante toda tu estancia en el país, y que obviamente perdí a lo largo del viaje 😉 ). Recoger la mochila, miradas de arriba abajo a tu persona y a las páginas del pasaporte por esos fríos e impersonales militronchos de aduanas . Todo ello en largas esperas para poner el sello de entrada en el pasaporte, zas zas, ya estaba dentro y empezaba el viaje y el caos.Cambié unos 20 euros por seguridad para pagar el taxista, mal hecho por mi parte, pues nada más salir del aeropuerto y recibir la avalancha de los supuestos taxistas oía ya las primeras palabras: Taxi, Change, Dólar, Euro. Y es que así funciona el mundo, tanto en los países capitalistas como en aquellos que abrazaron o abrazan el comunista : pasta y pasta, show me the fucking Money . De nuevo reencontrarme con esos pillines de los taxistas, de Delhi a Bombay, de Bangkok a Ho Chi Minh, de Vientiane a Phnom Penh ; Ay!!!!, cuanto cabroncete queriendo timar y robar al viajero, pero ya se sabe eso de que son gajes del viaje.
Con la mochila al hombro y una sudada tremenda conseguí un taxi, 10 dólares y camino del hotel. Teníamos una reserva hecha en una agencia , casualmente con precio menor que el hotel, ibamos a pasar tres noches para estar en la capital. El destino era un hotel con el mismo nombre del país: el hotel Uzbekistán, una horrible masa con porte comunista y de Gran Hermano que te vigila. En escasos quince minutos llegamos a nuestro destino, en el camino desde el aeropuerto pudimos ver un ambiente enormemente desangelado y triste. A nuestro paso no había nada, soledad extrema, calles desérticas apenas sin luz y con un porte soviético que hacía pensar que había caído el telón de acero la semana pasada.
Ya estaba en tierras uzbekas, en una capital extraña y peculiar que me iba a deparar no pocas sorpresas. Pero ya lo decía el gran Colin con aquel “ Lo peor que me puede pasar en un viaje es que no pase nada, no experimentar nada”. Bienvenido a Uzbekistán, empieza el gran juego, donde 1 + 1 jamás son 2 ;)…
Hoy la cita es:
«Lo importante no es el destino, lo importante es Ir “ Manuel Leguineche
Hombre. Tenias que contratar con una agencia turistica, ademas hav vuelo directo desde Madrid a Tashkent. El pais de los uzbecos es imprecionante, una maravilla del mundo. Un pais inolvidable.
Hola Carmen
Un viaje muy interesante el de andar por Asia Central, aunque en agosto no fue la mejor fecha para hacerlo. No obstante son cosas del destino, un abrazo
«… aunque ir te cueste sangre y sudores», debería ser la continuación a esa cita. Madre mía, Iván, ¡me he cansado sólo con leerte! Qué de papeleo, de vuelos, de… ¡todo! Pero si el viaje mereció la pena, sarna con gusto no pica 😉
Un abrazo!!
Hola Pau, la verdad que son lugares tremendamente contradictorios. La influencia de los años bajo el yugo soviético y la influencia del Islam, todo eso a medio camino con una Asia obviamente más cercana a la burocracia de China que al aoacible caos del sudeste asiático. Un abrazo, nos vemos en tierras malagueñas
Qué lugar tan peculiar, es alucinante la de estilos y culturas que has descrito…