Llevaba tiempo queriendo llegar al Alentejo, era en esa región que significa más allá del Tajo donde desde hace años había recreado una forma pausada y tranquila no solamente de viajar sino también de vivir. Acoplada durante mucho tiempo en mi imaginación, esa parte del Portugal rural siempre estuvo esperando un momento apropiado para descubrirla. Sin prisas, con la mochila cargada de sueños, con páginas por descubrir y por otras muchas hojas en blanco de un cuaderno donde todo está por crear.
Las Navidades pasadas fueron la fecha elegida para descubrir algunos retales de un sureño Portugal que abrazaría en su tranquila época invernal. En esas fiestas marcadas por los excesos mi idea era volver a viajar. Quería huir de unas fiestas que no me gustan y que tras los obligados reencuentros familiares no suponen nada más que gente empachada de regalos y de comidas. Por todo ello mi intención y miradas iban buscando otra cosa, un viaje por un destino deseado y soñado desde hace mucho tiempo. Era la hora de vivir en carne propia el trancurrir pausado de la vida de una zona que ha sabido conservar su autenticidad con una dignidad y valentía innata.
Como si de un vagabundo errante se tratase me sentía profundamente fascinado con ese descubrir anónimo alejado de las visitas marcadas por el reloj y la necesidad imperiosa de ver lo que marcan las rutas turísticas.Me dejaría llevar de nuevo por esa mirada nómada en la que el caminar sin rumbo fijo entre calles desiertas me regalaría encuentros inesperados . Una búsqueda con esos momentos de soledad en el que los viajeros recrean sus miedos y nostalgias sin saber lo que la caja de pandora nos deparará al abrirse.
Y era en esos espacios atemporales donde iba buscando reconocer de nuevo esos viajes donde los días se escapan a esa infame vara de medir que son las horas. Un espacio de paz interior donde los relojes no existen y son aleatorios los momentos que dependen muchas veces de las casualidades. Deseaba de nuevo descubrir fruto del azar o de las voluntades marcadas por el destino al caminar sin un rumbo prefijado. Necesitaba alejarme de una vida y unos viajes programados por la necesidad de ver, iba buscando algo que ni yo mismo sabía pero que muchas veces aparece al no depender de una ruta y tiempos prefijados.
Viajar fuera de temporada me permitiría descubrir una zona añorada que combina la nostalgia del pasado con el futuro incierto. Aquel tiempo de los regalos soñado quizás se me aparecería si me dejaba de nuevo llevar por lo mágico del camino y la improvisación que tantas veces me ha acompañado.
Quería alejarme de la necesidad de ver ciertos lugares señalados por los mapas . Añoraba el volver a sentir en mis carnes las emociones del viajero solitario y que en su pura esencia a veces encuentra cuando no busca. Y es que el vagabundeo me ha regalado muchas veces esos encuentros que me han llevado a pensar que la belleza podría aparecer en una esquina, en una callejuela o en el sabor de una tasca popular. Son ese devenir el que recrea perfectamente el dicho viajero de que lo importante no es el destino sino que lo es simplemente el ir.
Una mirada invernal y sin turistas en una zona que esconde diferentes caras de una realidad poco cambiante a pesar del paso del tiempo. Era ese cielo azul que se mimetiza con calles de paredes blancas las que me darían una paz buscada que me permitiría volar de nuevo con la imaginación para reinventarme. Todo ello acoplado a lo mágico del destino donde ese vivir sin prisas era la mejor recompensa para mis momentos llenos de dudas y contradicciones. Podía cerrar los ojos e imaginar ya esas plazas donde los abuelos charlaban durante horas con la experiencia y sabiduría que dan los años vividos .
Me encontraba sentado en la estación de tren de Lisboa con un libro en las manos. Los sonidos y momentos de esas estaciones reconfortan a cualquier viajero dispuesto a partir y a soñar. A veces vamos esperando un viaje en el tiempo que nos permita avanzar y poder dejar atrás emociones o momentos que nos han marcado. Abandonaba de nuevo la capital lusa que tanto amo para descubrir por fin la capital del Alentejo. Una Évora me esperaba y ya la intuía desde hace tiempo como un lugar donde iba a disfrutar de esos olores a paz y a vida sosegada que tanto me fascinan.
Un deseo de encuentros que huelen a campo y a platos hechos con el cariño necesario que da la calma del tiempo transcurrido. Una agradable ciudad de provincias donde el discurrir va parejo a una forma pausada de ver y vivir la vida . Algo de todo eso era lo que iba buscando y lo que imaginaba mientras pasaba páginas de aquel libro de cuyo nombre no puedo ahora acordarme.
Leía con poca atención al estar con la mirada alerta para buscar esos momentos irrepetibles que nos dan esas mágicas estaciones de tren. Siempre me han fascinado las vidas que van y vienen, poder imaginar algo de esas personas que parten o llegan . Las maletas muchas veces eran arrastradas por miradas perdidas dirigidas al suelo , uno podía intuir un halo de tristeza en unas ocasiones y las ansias de llegada en otras .
A lo lejos clavé la mirada de una pareja de enamorados que me hizo recordar el sabor de unos labios amados y añorados. Aquella pareja abrazada se separaba quien sabe por cuánto tiempo, y fue en sus lágrimas donde pude recordar vivencias propias marcadas por dolorosas despedidas. Al ver aquellos jóvenes llorar pensé en las amargos y tristes adioses que yo mismo había dado poco tiempo atrás en aeropuertos y estaciones. Y es que el tiempo y la distancia iban alejando cada vez más aquel tren que partía con las manos llorosas puestas sobre el cristal de una ventana…
Hoy la cita es : » El caos es un orden por descifrar» José Saramago
@Purkinje : La verdad es que Portugal sigue siendo todo un descubrimiento cada vez que vuelvo. Y es que me fascinan esos lugares, olores, colores, sabores 🙂
@Pau: Slow Travel for ever 😉
Slow travel compañero, así me gusta.
Portugal tiene mucho que ofrecer al viajero con ganas de relajarse, observar y vivir los viajes a fondo… Es un destino al que deberíamos tener más en cuenta y que sin embargo dejamos de lado muchas veces…