Hace unos años tuve la suerte de recibir un regalo especial, se trataba de un libro que fue comprado en Osorno al sur de Chile. Mi buen amigo , el también Ingeniero Agrónomo y viajero Juan Antonio Martos me enviaba “ Confieso que he vivido” de Pablo Neruda y lo acompañaba de una entrañable dedicatoria hablando de viajes, humanismo , lectura , gentes y aventuras. Su viaje de muchas meses por América Latina iba tocando a su fin y decidió comprar un libro con significado. Aquel título me maravilló desde el inicio y al ser una autobiografía me pareció un nombre fascinante y mágico para definir una vida.
Mi viaje a Chile tenía por ello algo de poético, también significaba un cambio, un mirar adelante y al futuro que se está por crear. Aquella lectura de la vida de Pablo Neruda me marcó, aparte de la genialidad con la que está escrito me teletransportaba a un mundo lleno de otros mágicos libros , pero también de viajes a tierras lejanas que un día yo debería conocer, ver y sentir. Sobre aquellas páginas pasaba sobre la vida y aventuras de uno de los grandes genios del siglo XX. Y en mi visita a Chile no podía dejar la ocasión de visitar las tres casas que vieron vivir al genial poeta. Convertidas hoy en museos, son espacios que representan unos marcos imprescindibles para cualquiera que ame los libros, el mar y los viajes.
Isla Negra era sin duda la casa museo más famosa, abrazaba el Pacífico y fue el lugar donde compuso la mayor parte de su obra. Pero también había espacio en Santiago y en Valparaíso para disfrutar del alma poética y trotamundos del genial poeta chileno. Ya el primer día en Santiago localizaba “ La Chascona” en el alegre barrio de Bellavista. Cercana al cerro y con el aire que da la próxima arboleda se respiraba ya desde la calle un aura especial. Calles que iluminaban el camino con el rostro y mensajes artísticos iban macando el camino hasta el destino final. La visita la dejaría para la mañana del último día en la capital chilena .
Ya al entrar en “ La Chascona” me invadió la emoción con esas palabras, viajes, citas y reflexiones del poeta que llevan a uno a reconciliarse con uno mismo y con los sinsabores de un pasado reciente. Fotos y textos que evocan a sus días de diplomático, de cónsul, de exilado, su discurso del Nobel, el homenaje a su país Chile y a sus compatriotas.
Ya al entrar descubres como las casas de Neruda se parecen a barcos, la decoración, los detalles, la estructura, los espacios evocan aquello mágico y contradictorio del ser marinero en tierra. Y es que en Santiago el mar queda lejos, no hay ventanas que abracen el Pacífico como en Valparaíso o en Isla Negra, pero por alguna extraña casualidad se siente el aroma a mar.
Se recrea un espacio de paz y calma en la capital para evocar el que fue hogar de Neruda en Santiago. Regalos de artistas como Diego Rivera, objetos de medio mundo, libros, mapas, bolas del mundo, barcos, muñecas, todo parece obra de un genio autodidacta y creativo. Es en estos momentos donde gracias a la genialidad uno parece reencontrarse con el niño eterno donde la imaginación se cruza con la melancolía y con lo mejor de los poetas. Uno encuentra espacio para la cultura y la aventura, un homenaje en cada esquina a la buena vida y a la satisfacción que producen los grandes libros y los buenos viajes.
Abandono esa casa con el rugir del viento y del mar, a pesar de encontrarme a un par de horas del océano, uno cree sentir las barcas, los naufragios, los piratas y lejanas islas que llaman a embarcarse en la aventura de partir. Pasan los días y la segunda visita me llevará a Isla Negra, el día es festividad en Chile por la Semana Santa y se nota en la afluencia masiva de visitantes. Los locales se confunden con los extranjeros y todos vamos pasando en grupos a través de una casa que evoca un canto a la vida, al mar y a la lectura.
Escribo hoy 23 de abril día del libro y no puedo dejar de emocionarme al recordarme hace unas semanas mirando el mar desde aquella biblioteca del genial poeta chileno. El oleaje del bravío Pacífico golpea con fuerza mientras en la playa son decenas las personas que pasean por la fina arena. Siguen los libros y los objetos que evocan a mar, a través de ellos uno entiende aquello de seguir manteniendo el alma de niño para seguir soñando con nuevos viajes y aventuras. Avanzamos maravillados por una casa que siempre estaba inacabada y que tardó treinta años en terminar.
Hay referencias a cada lado al mar, a tierras lejanas de la vieja Europa o de Asia como Sri Lanka, Birmania o Singapur. Desde esa biblioteca salieron algunas de las mágicas palabras que iluminaron la poesía del último siglo. Hay referencias a otros maestros como Conrad, Lorca, Hernández, Whitman, Dumas, el talento llama al talento entre tanto genio de la literatura universal. Y el mar, siempre el mar, anclas y campanas que se hacían sonar ante la llegada del poeta, vidas que se iluminaban como la de aquel cartero que nos contaba Skármeta. La gente irradia admiración y respeto al apreciar el enorme talento creativo del entorno. Las olas suenan a lo lejos y uno cree imaginar estas copas de colores que hacían brindar a decenas de amigos de Neruda que pasaron por Isla Negra a visitar esa casa que recibía los rugidos del océano tan próximo.
Dejaba Isla Negra con la sensación de haber estado en uno de esos lugares que pese a la cantidad de gente que los visita emana un aura especial que ilumina mentes y corazones. Parece como si al estar en estos lugares uno vea despertar ese alma creativo y genial que muchas veces el sistema académico y laboral oprime.
Y ahora que miro atrás ya solamente me queda “ La Sebastiana”, el hogar del poeta en Valparaíso que casualmente me queda cerca de donde me alojo. La llegada a la casa me lleva tiempo al tener que pararme cada pocos metros a leer las palabras poéticas que otro genio como Federico Garcia Lorca lanzaba al mundo. Parece que la conexión española y chilena se enfatiza al entrelazar los versos y las obras de los citados genios. Entro en la tercera y última de las casas museos, y recuerdo algunos detalles que he visto en las otras dos.
Una perfecta y hermosa tarde de domingo se abre ante mis ojos, el Océano Pacifico al fondo con barcos que llegan a o parten. Dejo navegar la imaginación al cerrar los ojos y al extender la mente llego a todos los mares que he podido ver y sentir en mis treinta tres años de vida. El alma curioso y lector se proyecta en estos momentos desde la casa de Neruda en una de las ciudades más pintorescas y creativas que he visitado en mi vida. Los colores se mezclan con unos versos que se los lleva el viento y que vienen a honrar aquellas historias de mar que nos dejaron Conrad y Stevenson .
Hoy la cita es : “El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana” Pablo Neruda
@Eneko: Creo que cualquiera firmaría poder tener un libro autobiográfico con las palabras «Confieso que he vivido». Fue un gran regalo de un gran amigo tras su viaje por América Latina. Saludos y gracias.
Pablo Neruda es de mis favoritos. Me gustan los poemas encendidos. Confieso que he vivido es una frase que me gustaría decir al final de mis días. Felicidades por el blog. Saludos amigo.
No sabía nada de este tipo, me gustó el post. Gracias
Gracias Marc, la verdad es que son sitios especiales, es cierto ese toque kitsch 😉 Un abrazo
Bonito post! A mi, alguna de sus casas, me recordaba algo de Almodóvar… Si, incomprensible conexión.. 🙂 Abrazos!
Gracias Elena. Gracias por pasarte por el blog. La verdad que se respira algo especial en las casas de Neruda, algo mágico. Un abrazo viajero 😉
Me ha encantado y me has dado mucha envidia 🙂 Neruda ha sido siempre uno de mis escritores preferidos y me encantaría poder ver algún día los lugares en los que vivió.
Saludos
Gracias Pau, han sido dos grandes semanas. Un abrazo y hasta dentro de unos días 😉
Me imagino lo especial que habrá sido para ti esta experiencia.
Un abrazo y gracias por compartirla!