La vieja Europa está llena de contrastes y de una enorme riqueza gestada en base a su espléndida diversidad. En los países balcánicos eso es algo que se nota muy rápidamente al salir a la calle. Culturas, religiones, tradiciones o gentes han vivido inmersas dentro de esos contrastes y de todo el legado que provocaron los choques de viejos imperios. Las viejas Civilizaciones se unen en una rica Historia que se acopla a infinidad de aventuras que acechan en cualquier esquina. En muchas ocasiones el viajar por la zona se convierte en una escuela al aire libre al observar la crudeza de la vida tras los inmensos cambios acontecidos tras la caída de muro de Berlín. En algunos rostros cansados se refleja el enorme cambio geopolítico y social que la zona ha experimentado en el pasado cuarto de siglo.
Sentarse en un banco a divisar el atardecer en el Mar Negro es un espectáculo majestuoso, pero reconozco que a veces me hace sentir extraño y confuso . Pienso que quizás son las sensaciones y emociones que he experimentado en los últimos meses de vida. Sea lo que fuera, son sentimientos que no puedo explicar de forma racional. A pesar de estar en la vieja Europa, mirando el horizonte del Mar Negro me siento muy lejos de donde vengo. Y es que pese a estar en el mismo continente, el Mar Negro parece muy alejado del Mar Cantábrico en el que nací.
Quizá siento esa realidad de que la zona en la que me encuentro ejerce como un auténtico Finisterre Oriental de la vieja Europa. Otras veces pienso en que los puertos de mar que diviso se asemejan demasiado a otros lugares que conozco donde también reposan humildes barcas de pescadores. Y entonces recuerdo aquella frase de Newton que me hace recordar que «Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano».
En Europa Occidental apenas reconocemos ni nos interesan las realidades de estos lugares tan alejados de nuestro mundo. Países como Bulgaria o Rumania suenan extraños, lejanos y distantes no solamente para el ciudadano medio, también lo son para los medios de comunicación o incluso para el mundo empresarial y académico. Los Balcanes siempre me han interesado y fascinado por expresar mejor que ninguna otra zona europea aquello del ser un cruce de caminos.
Mirar un viejo mapa me produce un escalofrío al ver como el mar donde me encuentro baña a países como Rusia, Ucrania, Georgia , Rumania y Turquía . Todo ello me hace pensar en ese punto que separa Europa de Asia con la mirada a la vieja y extinta URSS. El niño viajero que llevo dentro se ve maravillado ante todos esos destinos que un día deseo conocer .
Pienso detenidamente en la Historia rica de la zona y en todos esos países que son vecinos pero que hace no mucho ejercían un poder imperial inmenso en la zona. También como siempre veo a esas viejas caravanas de la Ruta de la Seda llevando el comercio y la cultura entre Oriente y Occidente. Veo en el lejano horizonte de futuro a esos pequeños países del Cáucaso de los que desconocemos absolutamente todo . Al sentir el ocaso del sol no puedo dejar de sentirme atraído al estar en estos lugares del mundo.
Trasladarse a otros tiempos no es demasiado complicado aquí, todavía son inmensas las realidades de aquellos vieja época bajo el Telón de Acero. Me dispongo a dejar Varna, atrás quedan aquellos majestuosos atardeceres viendo el infinito mar y nadando en estas aguas que son cristalinas. Me voy mientras cientos de turistas caminan o se divierten por un parque y paseo marítimo que huele a un verano que pronto se acabará.Parecería que estoy en cualquier lugar con playa, pero uno se siente aquí lejano de otras playas conocidas o no. El Este se refleja de forma muy intensa en rostros, formas de comportarse e incluso en la forma de divertirse o vestir.
La incomunicación es una constante muchas veces con esos textos en cirílico y con un idioma inglés que aquí sucumbe muchas veces ante el poder de un ruso hablado por miles de turistas. La lejana estación de bus me regala de nuevo algunos de esos rostros cansados que han experimentado el mayor cambio social y político del último siglo. Sentarse a esperar el bus me muestra de primera mano el enorme contraste entre la juventud y esas personas mayores que han vivido en carne propia dentro del viejo sistema.
Arranca el bus y miro por la ventana, bajo el cristal puedo ver como dejo atrás un nuevo lugar. La vida y el viaje sigue avanzando por otro Finisterre que me lleva a través de los Fantasmas Balcánicos y de aquel viejo sueño del Tiempo de los Regalos…
Hoy la cita es: «Maestro, quisiera saber cómo viven los peces en el mar. Como los hombres en la tierra: los grandes se comen a los pequeños» William Shakespeare
Gracias amigo Pau, historietas ya sabes 🙂
Como siempre muy grande amigo Iván 😀