Filipinas llevaba mucho tiempo circulando por mi cabeza, y fue un viaje que por diversas razones había postergado durante muchos años, demasiados quizás. Y es que muchas veces, un viaje llega cuando verdaderamente toca, quizá fruto del azar y de unos imaginarios dados que el destino hace girar en el momento adecado.
Mucho más allá del indudable atractivo de sus playas e islas, tenía una innata curiosidad por ver de primera mano la conexión entre el país asiático y la lejana España. Las infinitas realidades del país confluían también para tratar de seguir conociendo y aprendiendo de los cambios económicos y sociales en los que está inmerso el continente asiático. Y es que ahora, a pesar de vivir en plena época de Internet, todavía me resulta muy atractivo eso de vincular un viaje con la Historia y con ciertos libros.
Aquel vasto territorio de islas estaba a miles de kilómetros de donde nací, pero de alguna manera y sin quererlo, sabía que había algo que me hacía sentirlo familiar.
Filipinas es un país que hasta hace poco más de uns siglo era colonia española y aquellas Islas de Filipinas formaron también parte fundamental en la primera vuelta al mundo realizada por el sur humano. Historia y literatura unidas de la mano, conectadas con la actualidad para viajar en lo imaginario y en lo real, sin duda una mezcla muy atractiva para mí.
Cuando estaba volando a Manila no podía dejar de pensar en la adrenalina que sentí al leer libros como «Magallanes, el hombre y su gesta» de Stefan Zweig o «Los Navegantes» de Edward Rosset. Sin quererlo y sin haber estado todavía en el país, sentía una cierta cercanía con lo que me encontraría, tanto en gentes como en lugares. Durante los pasados años había sentido una entrañable empatía por Filipinas, como también la tenía por los Juan Sebastián Elcano. Miguel López de Legazpi, Fernando de Magallanes, Andrés de Urdaneta, Juan de Salcedo o Martín de Goiti.
Siempre he sentido admiración y respeto por aquellos valientes exploradores que se habían lanzado al mar con su enorme coraje y valentía. Hoy en día, todavía impone el recordar las gestas de aquellos personajes que se habían aventurado a ir tan lejos y a enfrentarse con lo desconocido. Las ventanas de la Historia y de la aventura estaban parejas una vez más a abrir nuevas rutas comerciales, a ampliar los vastos terrtorios del imperio o a llevar una particular mirada sobre Dios.
Los lejanos tiempos de Legazpi o Elcano quedan ya muy lejos, pero más cercano queda sin duda el año 1898, que aunque parece que fue hace mucho, a nivel histórico está a la vuelta de la esquina. Por aquellos tiempos, España y Estados Unidos se vieron enfrentados en aquellos lejanos territorios. La Guerra hispano-estadounidense marcó el año 1898 en el calendario de la Historia de España como el año en que Cuba y Filipinas dejaron de ser colonias españolas.
Por todo ello, y por mucho más, vinculaba mi primer viaje a Filipinas como un viaje histórico, al que iba obviamente con las ganas de disfrutar, pero también me ilusionaba sobremanera eso de emocionarme con el recuerdo del pasado y así tratar de entender algunas de las diferentes realidades que me encontraría en la actualidad. Con mi mochila al hombro, sin planes preconcebidos y con mucha calma, me disponía a disfrutar de un país fascinante, en gentes y lugares.
Mientras el avión se aproximaba a Manila, pensaba en la capital filipina y recordaba como la tenía acoplada en mi memoria desde hace muchos años, con el famoso tornaviaje y aquel histórico Galeón de Manila que unía Asia y América conectando el comercio y las ideas entre la capital filipina y las costas del actual México.
La Manila de hoy no tiene nada que ver obviamente con la de hace siglos, se trata de una de esas caóticas megalópolis asiáticas que parece inabarcable con sus más de diez millones de habitantes. A pesar del paso de los siglos, yo pensaba que todavía podía encontrar vestigios de la Historia de España en las calles de Intramuros.
Mientras el avión nos daba la bienvenida a Manila, yo ignoraba lo que tenía por delante, veía desde el aire el vasto y caótico urbanismo de la capital, pero de alguna manera también podía sentir un no muy lejano olor a mar, con el peso de la Historia y sus conexiones con la aventura.
Salía del aeropuerto y me golpeabaa de primera mano la humedad y el calor del trópico, el mismo que hace siglos sintieron aquellos hombres valientes que vinieron desde la lejana España…
Hoy la cita es: «Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas» Henry Miller
Soy de Torre del MAr, Málaga y vengo a decirte que tu blog es una maravilla y da gusto leerlo. Gracias por contar las experiencias!
@Óscar: Gracias. Merecen mucho la pena, tanto Filipinas en particular como Asia en general. Yo llevo años maravillado ante los contrastes y las maravillas de aquella parte del mundo.
¡Hola Ciudadano en el mundo!
Des de Bualla queremos felicitarte por tu blog, disfrutamos mucho leyendo tus publicaciones. A nosotros también nos encanta viajar y descubrir los rincones más impresionantes que el mundo nos puede ofrecer.
Nosotros nos dedicamos a la celebración de eventos, pero en nuestro Instagram también nos gusta colgar fotos de los paisajes y ciudades de España, que es donde operamos. Nos encantaría que pudieras pasarte, sería genial.
¡Felices fiestas!
Hola! Magnifico post… Tienes toda la razon, yo he vivido postergando el viaje a Filipinas y Asia en general…. y no se por que… he repetido muchas ciudades, por que como decias en tu otro post de Paris, son ciudades eternas que no te cansas de visitar… Londres, Madrid, New York, Paris para mi son ciudades a las que puedo ir una y otra y otra y ¿porque no? otra vez! jejeje America me gusta mucho y Asia de momento es ese gran desconocido…
Muy buen post!