Nunca he podido saber y aclarar si soy un lector que viaja o un viajero que lee, pero lo que si recuerdo es cuando era estudiante y devoré «El Camino más corto» . Gracias a ese libro pude viajar para dar con Leguineche una vuelta al mundo imaginaria que años más tarde yo también podría hacer real. Aquel libro iluminó mi vida en el momento adecuado, fue una semilla que más tarde germinaría. Creo que aquel libro fue como la llama que prende una mecha en el lugar y momento adecuado. Y es que quizá fueron aquellas páginas las que pusieron por fin rumbo al sueño de mi vida. Hoy más que nunca creo que aquel libro daba un golpe de timón en mi interior para dejar de lado el ansiar cosas materiales y desear vivir experiencias en carne propia.
Recuerdo que estaba en la Universidad y que ya habían pasado años desde que había leído por primera vez aquel maravilloso libro de «La vuelta al mundo en ochenta días». De nuevo otro libro con el que al atravesar la última página sentía algo inclasificable en mis entrañas. Pienso que hay un algo de inmortal en ciertos libros que tienen la innata capacidad de proyectan sueños. Fue en aquel preciso momento cuando supe que aquel libro de Leguineche se cruzaba en mi vida para iluminar mi corazón rumbo a una tierra imaginaria de nunca jamás donde a veces los sueños se cumplen en realidad.
Aquello de dar la vuelta al mundo siempre sonaba a sueño y no a realidad, pero siempre pensé que un viaje de tal índole iba a marcar el sueño de mi vida. Años más tarde de haber leído aquel libro, pude leer unas emotivas palabras del propio Manu diciendo aquello de que: «Hace treinta años que partí de Madrid para dar la vuelta al mundo. Es lo más importante que he hecho en mi vida. Estaba en la edad justa, con el espíritu adecuado para devorar el mundo.Era una oportunidad de esas que solo se presentan una vez en la vida.»
Me identifiqué con Manu desde el primer momento, quizá fuera por la calidez de su escritura o por la ternura de su persona, pero nunca he sabido explicarlo de forma racional. Siempre he creído en las cosas simples de la vida y en esa felicidad de la tierra por las cosas que de verdad merecen la pena. Sigo viajando de mochilero, me gusta juntarme con la gente sencilla, disfruto en los garitos populares y me ilusionan cosas como rastrear en una librería de segunda mano buscando tesoros escondidos.
Muchos de sus libros me han ido acompañando a lo largo de la vida y han conformado una parte inseparable de lo que soy.
Hay escritores que me han educado y guiado en la forma de ser, algunos incluso me han cambiado la vida, entre ese grupo de imprescindibles brillaba con letras de oro Manu Leguineche. A Manu siempre lo sentí como algo propio y demasiado cercano, creo sin dudarlo que era como si fuera un miembro más de la familia. Han sido muchas las veces que he hablado con amigos y desconocidos sobre la grandeza de Leguineche y sobre la influencia que la lectura de sus libros me ha provocado.
Ayer estaba trabajando y recibí una de esas noticias que te producen un nudo en el estómago, Manu Leguineche fallecía. La emoción me pudo y en la soledad de una oficina solté unas lágrimas que lamentablemente no fueron derramadas al aire libre durante un viaje o en el placer de una librería o biblioteca.
Aquellas lágrimas iban cayendo por mi rostro a la vez que iba viendo y leyendo las muestras de cariño que invadían internet. Fue en ese momento cuando pensé e intenté recordar cosas. No recuerdo el primer libro de Leguineche que leí, pero si recuerdo todos los que fueron pasando por mis manos. Gracias a Manu comprendí que para sentir la llama de viajar no había que ser rico ni estar hecho de una pasta especial. En la prosa de Manu descubrí la sencillez y la ternura de alguien que siente la pasión por el viaje y que lo une a las gentes que aparecen en los caminos y que rinde amor por los buenos libros que van llegando a nuestros manos.
Durante estos años de viajes y estando en diferentes partes del mundo recordé en soledad algunas de aquellas inmortales frases que Manu nos dijo: «El viaje debería hacernos más humildes» o «Lo importante son los paisanajes, no los paisajes». Siempre he pensado que esas frases definían una actitud ante el viaje y probablemente ante la vida.
Ayer mientras lloraba en la soledad de un escritorio pensaba en los viejos libros de Leguineche y en algunos de los sitios y momentos que él pudo ver durante una vida llena de viajes y lecturas. Pero también pensé en los valores que nos dejaba sobre una forma de ser, de mirar y de sentir al viajar.
Hoy, un día tras la muerte de Manu he vuelto a llorar y a recordar que mi vuelta al mundo acabó en Brihuega, el hermoso pueblo de la Alcarria donde Leguineche encontró su lugar de reposo entre guerras y viajes. Dicen que la felicidad para ser completa debe ser compartida, y en muchos casos es una realidad. Nunca podré olvidar aquel día de mayo de 2010 cuando pude darle un abrazo a Manu con un amigo que hice durante aquel inolvidable viaje de vuelta al mundo. Allí, en la plaza que lleva su nombre estaba el maestro con su familia cuando mi amigo Carlos y yo llamamos a la puerta.
Entramos en aquella casa solariega que estaba llena de libros y avanzamos timidamente rumbo al jardín para acercarnos a Manu. Puedo asegurar que no era la estampa clásica de unos lectores que se acercan a un escritor para saludarle. Allí estuvimos como dos niños llenos de sueños para honrar y dar un abrazo de admiración a alguien que sentíamos como un ser querido. No supimos muy bien como acercarnos, así que optamos por la sencillez de darle la mano y un abrazo que acabo en dos besos. Parecía una situación cercana y tierna, como la de estar con alguien que conoces de toda la vida y hace tiempo que no ves.
Y al final, allí estábamos, en medio de una charla familiar mientras el té y café se mezclaba con unas pastas de su Guernica natal. Salían risas de forma natural y se empezó a hablar de la ternura de la gente de Laos, del Transiberiano o del lugar donde se enterraban los chinos al morir.
Y mientras la tarde avanzaba tanto mi amigo Carlos como yo mirábamos con cariño y respeto por un humanista y viajero gracias al que soñamos con ver mundo. Viajes y libros se daban de nuevo la mano para unirse a amigos y sueños que siempre le van a deber mucho a ese vasco universal.
Gracias por todo Manu, siempre te llevaré en el corazón y te querré. Te echaremos mucho de menos querido Legui. Buen viaje maestro.
Hoy la cita es: “El camino más corto para encontrarse uno a sí mismo da la vuelta al mundo. Me dispongo a dar la vuelta al mundo… Quiero anchura, dilataciones donde mi vida tenga que transformarse por completo para subsistir, donde la intelección requiera una radical renovación de los recursos intelectuales, donde tenga que olvidar mucho –cuanto más, mejor- de lo que supe y fui… Siento en mí la beatitud de la libertad conquistada. Seguro que no hay nadie ahora más independiente que yo…” Diario de un filósofo, del Conde de Keyserling , escrito en 1919 e inicio de El Camino más corto
Ola ke tal hestays me gusta musho
@ Raúl: Creo que Leguineche es un autor que ayuda a entender el mundo, un maestro al que debemos leer cada cierto tiempo para comprender las grandezas y miserias de nuestro planeta y de nuestro tiempo. Saludos.
@Salvador: Recuerdo unas palabras de Iñaki Gabilondo en las que decía que «Kapuscinski era Leguineche con subtítulos». Ambos son geniales y dos maestros eternos.
Un gran articulo.
Para mí también fue de un gran impacto la lectura de este libro, en una reedición comentada por el mismo autor.
Como confiesa, este libro le convirtió en una especie de guru de los viajeros. Era «el kapuscinski español» (o mejor)
Buenas tardes. Soy seema de empresa de viaje a india . Yo acabo de leer este blog . estoy seguro este tema va a ayudar viajes y turismo mucho . Una información muy completa espectacular , Emocionante, intenso todo .
Es una verdadera lástima el poco eco que ha tenido la muerte de Manu Leguineche. Apenas una nota de prensa en los medios. Recuerdo, sus reportajes en Televisión Española, sus intervenciones en radio y sus libros.
En mi biblioteca, encontré un libro comprado hace unos años en librerías de segunda mano, era «Yugoslavia Kaput». Lo volví a leer, y disfrute su análisis de los Balcanes.
Sigamos leyéndole para que no muera nunca.
Gracias Pau. La noticia era esperada, pero siempre duele ver cuando una persona tan especial se va. Nos quedan sus valores, sus legado y su extensa obra. Un abrazo amigo
Se lo mucho que significaba para ti Manu Leguineche, cuando me enteré de la noticia pensé mucho en la historia de la visita a su casa que me habías contado varias veces.
DEP viajero!
Gracias Alejo. Leguineche ha sido muy importante en mi vida. Aquella visita a Brihuega es una de esas historias hermosas que he vivido gracias a los libros y los viajes. Acabar aquel viaje vuelta al mundo en casa de Leguineche fue un acto cargado de simbolismo e importancia. Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.
Iván,
Un artículo espectacular. Emocionante, intenso, lleno de vida e historias y con una final tremendo. Te he imaginado en ese encuentro con Leguineche y cómo te sentistes, tuvo que ser el perfecto final para un sueño que se hizo realidad.
Siempre cuentas historias interesantes, pero este lado tan humano y cercano me ha dejado impresionado.
Enhorabuena! Ha sido un homenaje precioso.
Saludos,
Alejo