Cada uno de nosotros ha sentido alguna vez la sensación de encontrarse en el fin del mundo. Ese finisterre particular nos lleva a sentirnos muy lejos de todo lo que consideramos como un punto de referencia. En mi caso sentí de lleno esas sensaciones en Mongolia y en Rusia. El desierto del Gobi y la inmensidad siberiana fueron dos de esos lugares que me hicieron reflexionar sobre la distancia, el tiempo y el espacio.
Pero debo confesar que era ahora en Asia Central donde empezaba a experimentar algo extraño y con un toque completamente diferente. Atrás quedaban las inhóspitas carreteras de Uzbekistán que me llevaron a disfrutar de su triángulo mágico con las ciudades históricas de Samarcanda, Khiva y Bujará. Ahora dejaba atrás esa referencia histórica para adentrarme de lleno en un desconocido Kirguistán, un país del que apenas se sabe nada en Occidente y del que mis referencias se basaban en libros de viajes y en revistas especializadas.
Los países de Asia Central siguen siendo vistos como algo lejano, desconocido y en cierta manera conflictivo. Los famosos y desconocidos tanes de Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán y el propio Kirguistán forman un entramado de países que surgieron del desmoronamiento de la antigua Unión Soviética. Hoy, esos artificiales países en la mitad de Asia siguen conservando una aroma a desconocido y a enigma que en cierta forma hicieron que decidiera viajar por la zona. Las referencias a la legendaria Ruta de la Seda aparecen en la mente de aquellos viajeros que fabulan con encontrar un alma que ya no existe. Es ese Shangri-La particular el que lleva a algunos a viajar por la zona en busca de la Historia y de un fantasma.
Mientras atravesaba la frontera entre Uzbekistán y Kirguistán empecé a pensar y dudar de lo que me esperaba durante las siguientes semanas. Estaba a punto de llegar a una ciudad de Osh que me iba a recibir completamente a oscuras.
Mientras me estampaban el nuevo sello en el pasaporte me puse a reflexionar y pude afirmar que ignoraba todo del nuevo país. Como suele pasar tantas veces , sentía algo en interior que conjugaba la atracción por lo desconocido con un cierto temor al adentrarme en un lugar que sentía muy alejado de casi todo. Durante breves instantes empecé a dudar de que estuviera en el lugar en el que deseaba estar y se mezclaban emociones que no puedo recordar. A mi lado en aquella austera frontera pasaban rostros que recordaban a las hordas mongolas que llegaron a las puertas de Viena, sus rostros afables y duros a veces me miraban con curiosidad extrema como preguntándose lo que se me había perdido en esta parte del mundo.
La ciudad me recibía con tenues luces, quizá reguladas por generadores eléctricos que me iban a decir que en esta parte del mundo la vida se regulaba por las horas de luz. Las referencias que tenía de la ciudad de Osh eran los conflictos que habían tenido lugar hace un par de años entre las diferentes etnias kirguiza y la uzbeka. Como antaño, era el clan y la tribu lo que marcaban el discurrir de la vida.
Con la mirada perdida miraba por el cristal mientras el conductor de taxi me llevaba por la calle principal de la ciudad.
Mis referencias literarias me habían ayudado a entender algo de la complejidad del lugar, pero era sin duda estando aquí, en un lejano país de Asia Central como podía entender de lleno muchas cosas. De lleno entendería el caos económico, los intereses geopolíticos, la importancia estratégica entre las grandes potencias y un tablero que recreaba un nuevo gran juego que se asemejaba a tiempos de la guerra fría.
Con la mochila al hombro caminé escasos cien metros desde el lugar en el que me dejaba el anciano taxista. Fue en su curtido rostro y en sus ojos cansados donde pude ver medio siglo de vivencias, supervivencias y lucha. Le dejé una pequeña propina que le sacó una sonrisa no forzada del rostro y que me mostraba una dentadura llena de oro.
Al despedirme con un saludo pensé en la vida de aquel hombre y quizá él estaba haciendo lo mismo sobre mi, probablemente ambos estuviéramos ante la imposible tarea de imaginar la vida de ese Otro del que nos hablaba Kapuscinski. Yo pensé en aquel hombre tratando de radiografiar la vida bajo el yugo comunista, los tiempos de luchas y amenazas entre las potencias.
De repente me sentí trasladado a un tiempo donde la URSS regulaba todo desde una Moscú que estaba a miles y miles de kilómetros. Parecía algo irónico mezclar al hombre de rostro asiático y de tradición nómada con el de la estatua de Lenin y las largas piernas de imponentes mujeres eslavas.
Pero si aquel hombre se sentía lejos de Moscú y de lo que representaba pude pensar levemente en lo que yo mismo sentía en aquel lugar, lo lejos que quedaba mi Oviedo natal, la familia y los amigos. Reflexionaba sobre las razones que me llevaban a estar caminando por las calles de Osh para buscar un lugar donde dormir. Quizá fueron aquellos libros que me ayudaron a soñar para buscar tierras, culturas y gentes lejanas. O quizá la verdadera causante de estar allí era la magia que irradiaba de la biblioteca del barrio y que me había llevado a conseguir los libros de Colin Thubron, aquel escritor británico me había catapultado de lleno a estos lugares de Asia Central.
Ahora quedaban lejos aquellos tiempos en los que al calor del hogar leía con pasión aquellos libros de viajes. Por delante tenía sin saberlo un gran reto en la dureza y belleza de carreteras terroríficas, enclaves nómadas, ciudades arruinadas y todo ello bañado con el marco incomparable de la naturaleza sobrenatural de hermosos lagos y montañas.
Podía sentir en aquel lejano enclave de Osh como estaba en el lugar donde iba vivir por mi mismo aquel caos centro asiático. De nuevo estaba atravesando la magia de aquellas páginas bañadas en aventura y aprendizaje….
Hoy la cita es: «Dejad que vuestro espíritu aventurero os empuje a seguir adelante y descubrir el mundo que os rodea con sus rarezas y sus maravillas. Descubrirlo será amarlo» Kahlil Gibran
Un gran destino para quienes les gusta la aventura. Estos países se caracterizan por poseer paisajes extensos y gran parte de su territorio esta conformado por desiertos, lo que puede justificar en parte el título de este post. Saludos.
Que buenas fotos se sacan en el fin del mundo!! http://blog.weareroamers.com
Esa frase Jail Gibrán tiene muchos sentidos y se adecua al espritu de un transeunte
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Hola Pau. Kirguistán es un lugar interesante, aunque como otras partes de Asia Central es bastante complejo y caótico.Abrazo
Es un destino que me atrae mucho, todos los que habéis estado habláis maravillas 😀