Hay una famosa frase viajera de José Vasconcelos que siempre me ha encantado, dice aquello de que «Un libro ,como un viaje , se comienza con inquietud y se acaba con melancolía» . Y esa quizá es una de las sensaciones que mejor reflejan lo que siento en estos momentos.
Embarcado de nuevo en una vida más rutinaria es cuando pienso en la intensidad de lo que dejé atrás. Y es ahora que releo algunas notas tomadas en lejanas estaciones de tren, en parques de ciudades o en miradores frente al mar.Paso de nuevo ante esos escritos y miro algunas de las fotos para trasladarme con ojos de niño a la pasión por el viaje y la aventura que marcan parte de mi vida. Es en esos momentos cuando vuelven a brillar de forma intensa mis ojos y sonrío lleno de felicidad.
La vida laboral tiene estas cosas y atrás dejo la aventura de todo lo vivido durante las pasadas semanas. Ahora como si de un viaje en el tiempo se tratara vuelvo a una Granada donde soy relativamente feliz y donde me siento a gusto. Pero en estos momentos es cuando cierro los ojos y creo volver a vivir todo lo visto y sentido. El viaje se convierte en unas vivencias y experiencias transformadoras que ahora son simplemente aquellos recuerdos vividos que ocurrieron hasta hace nada. Y es gracias al viaje como la vida se acopla con la experiencia vital y el aprendizaje real para ir de nuevo adquiriendo su verdadera grandeza y formando la mayor de las riquezas que conozco.
Mi reciente viaje tenía como objetivo Ucrania, un país marcado como pocos en la trágica Historia del siglo XX. Allí estaba mi destino a medio camino entre Rusia, Europa Central y el Mar Negro, todo un fascinante cruce de caminos alejado de los lugares trillados. Y es que pese al paso del tiempo en cierta forma siempre he sentido una enorme curiosidad por conocer y viajar por los territorios de aquel enorme lugar llamado la Unión Soviética.
Si bien la parte principal del viaje iba a ser por Ucrania, tenía una parada inicial a la ida en Cracovia para conocer de primera mano la bella ciudad polaca, pero sobre todo era un destino buscado desde hace años para visitar y poder sentir lo peor de la condición humana: el campo de exterminio nazi de Auschwitz. El final del viaje iba a ser desde Praga, la turística capital checa sería un calmado epílogo a un viaje que me atraía desde hace muchos años.
Las sensaciones y emociones vividas son muy diferentes entre las ciudades del viaje. En Ucrania supe que iba a sentir más el caos, la aventura y una fuerte intensidad como viajero. En Cracovia o Praga siente uno la belleza centroeuropea de estas hermosas ciudades, pero es lógico sentirse un número al ser un turista más entre las multitudes.Viajar por Ucrania me daba en cambio un chute de adrenalina, y eso creo viene en parte al viajar por territorios de la antigua URSS. Aquel enorme lugar llamado Unión Soviética te deja con sensaciones curiosas, extrañas a veces, otras apoteósicas, resulta complicado sentir algo parecido en otras partes del mundo.
La impotencia por no hablar ruso me ha impedido estos años multiplicar las sensaciones del viaje hablando con muchas de sus gentes. Diferentes viajes y emociones, pero siento que han sido muy grandes los viajes que he hecho tanto en el pasado por Rusia, Uzbekistán, Kirguistán, Lituania, Letonia como recientemente por Ucrania.
A veces el Este te golpea con emociones demasiado complejas, la Historia reciente del siglo XX acude de forma intensa a tu encuentro como viajero. La Historia con mayúsculas se ve acoplada a los cambios sociales, económicos y geopolíticos de tal manera que estos impregnan el viaje con una intensidad muy fuerte.
Es algo que se vive de una forma muy intensa y real alejado de los enlatados lugares turísticos de Occidente o de Asia. Probablemente es parte de la magia de esa parte del mundo, vives en carne propia lugares que sufrieron un modelo que ya no existe. Historia que sientes en carne propia y que te hace aprender como persona y como viajero. Esas y otras sensaciones te atrapan y te dicen que más pronto que tarde volveremos a lo que el gran escritor viajero Colin Thubron definió como el verdadero espacio en blanco para el viajero occidental.
Adoro viajar en tren y en este viaje he tenido de nuevo emociones que me recordaron a lo experimentado hace tiempo en el Transiberiano. Como en mis viajes por India, Rusia o China el viaje en tren forma parte de la esencia e idiosincrasia del país y en Ucrania fue sensacional. Adoro viajar en esos viejos trenes, largos, serpenteando y recorriendo el país on sus 20 vagones, sus camas y sus viejas alfombras. Es complicado explicar lo que siento al estar en esas estaciones de tren en la antigua URSS, todavía puedo recordar rostros y olores mientras espero y siento que familias me miran como a un marciano. Paneles en cirílico que muestran destinos como Minsk, Kalingrado, Moscú, Odessa, Kiev o Sebastopol. Experimento esos momentos de intensidad que reflejan lo feliz que me siento de poder estar aquí y ver parte de la Historia de lo que fue una parte importante de la antigua URSS.
Así que pese a la incomunicación del ruso, algunos viajeros como yo sentimos una curiosa e inexplicable fascinación por la antigua URSS. Al igual que tantas otras emociones no atiende a causas racionales, se trata de algo totalmente emocional.
Ver el caer la tarde desde el puerto de Sebastopol me lleva en ciertos momentos a revivir parte de la guerra fría, pues hasta no hace mucho este enclave era la base naval rusa que estaba cerrada a los viajeros occidentales. Siento cerca el cruce de caminos de Chersonesus con la historia helénica llevando cultura y comercio a través del mar. Doy de nuevo con el Mar Negro como cuna de la civilización y la barbarie para sentir que estoy más cerca que lejos de aquel Rumbo a Tartaria de la que nos hablaba Robert D Kaplan.
Al fondo veo de nuevo a hermosas mujeres cuyos ojos se mimetizan con los colores verde y azul de las hermosas iglesias ortodoxas en Kiev , pero no lejos resuenan las campanas de las católicas Cracovia o Praga. Mientras siento la fe de las gentes pienso e intento entender la barbarie del ser humano pues dejo atrás el llanto del Holodomor, de Auschwitz, Chernóbil o el apocalipsis de la Segunda Guerra Mundial. Encogido el alma veo acabar el viaje desde una desconocida ciudad de Dnipropetrovsk a orillas del río Dniéper. Aquí tuvo lugar la famosa Batalla del Dniéper en la Segunda Guerra Mundial, el frente oriental amigos, más de un millón de muertos en una de las batallas más gigantescas y crueles de la historia de la humanidad. Historia pura del siglo XX que he temido la suerte de recordar con mi mochila.
Y ahora mientras recobro el pulso y pienso en la belleza del viaje me cruzo de nuevo con las gentes y el aprendizaje que he encontrado en los nuevos caminos recorridos. En esta parte del mundo la aventura y el viaje va de la mano de la dureza de la Historia. Y es que aquí el viaje va acoplando al ver la vida y el paso del tiempo en el rostro de aquellas abuelas que aún lloran por la crueldad del sistema y por la infame condición del ser humano.
A veces el corazón te golpea y debes mirar al pasado para entender el presente y proyectar el futuro. Por eso volvemos una y otra vez al Este, como si de un yonki se tratara necesito seguir aprendiendo y entendiendo para seguir viajando. Abuelas y ojos que reflejan un viaje en el tiempo hacia un mundo tan fascinante como caótico e injusto…
Hoy la cita es : «No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió». Gabriel García Márquez
Gracias Victor. Estando en Rumania estuve charlando con un viajero, se trataba de un profesor británico retirado. Me dijo una frase que siempre recordaré : En esta zona del mundo, se siente la Historia al salir a la calle. Reconozco que se juntan muchas emociones en el Este. Vivir los cambios experimentados entre dos sistemas, sentir la Historia del viejo Telón de Acero. Pero sobre todo siento el siglo XX al mirar a ciertas abuelas. Es la gente que tenía cincuenta años o más cuando se produjo la caída del comunismo la que más sintió el cambio de modelo. Un abrazo
Me ha encantado el relato y comparto las sensaciones Iván. Recuerdo perfectamente la mirada perdida de aquellas personas que durante mi estancia en Hungría y mi breve paso por Ucrania me narraron unos tiempos en los que había dos mundos completamente divididos. Unos tiempos que más allá de la memoria quedan, como bien has dicho, en los ojos de las ancianas, en las manos de los ancianos.
Incitas a volver al este, e ir más al este aún. Mientras tanto viajaré con los libros.
Un abrazo.
Gracias Pau. Siempre un espectáculo y un gran aprendizaje eso de viajar por el Este. Un abrazo amigo
Gracias por compartir tantas emociones y permitirnos ir en tu mochila 😀