Cuando aún me quedan posts por escribir de la Ruta de la Seda y de la Vuelta al mundo vuelvo a teclear de nuevo con la calma pausada que me caracteriza. He estado durante las pasadas navidades viajando por Portugal, era un reencuentro deseado con el país donde estuve de Erasmus y al que solamente había regresado en una ocasión desde aquel inolvidable año. Los tiempos que corren actualmente en Europa no son para tirar cohetes, la galopante crisis económica afecta con fuerza severa a España y a nuestro vecino Portugal. Sin embargo, creía que en estas fechas señaladas lo que más me apetecía era volver a estar en ruta reencontrándome con la vida portuguesa. Sentir de nuevo la belleza de sus paisajes, poder volver a saborear esa deliciosa comida y a conversar con las gentes de un país que sigo amando. En definitiva, volver a viajar por un lugar que me fascina y que pese a la cercanía geográfica siempre será un destino especial y fantástico que llevo guardado en el corazón.
A veces, en ciertos lugares uno cree reencontrarse con una forma de vivir pausada, donde el tiempo parece haberse detenido, donde los días no transcurren siguiendo el avance de las horas sino que se dejan llevar tras el alegre devenir . Y es en lugares así donde uno cree trasladarse en el tiempo y vivir en otra época.
Mentiría si dijera que los libros no me han influido para querer viajar así, sentía desde siempre a los clásicos viajeros viajando por el simple hecho de viajar como nos decía el bueno de Stevenson. En otras ocasiones era un viaje buscando más paisanajes que paisajes que dijo Leguineche , o recreándose uno ante todo lo que viésemos como hizo el bueno de Leigh Fermor en sus tiempos de los regalos. Observando con la curiosidad innata de un niño a veces, deambulando solitariamente otras , conversando cuando se diera con las gentes que el camino predispusiera para cruzarse con nuestras vidas .
Conocía bien bastantes lugares del norte del país , así que mi destino era poder visitar el Alentejo, sentir de lleno su maravilloso azul del cielo, caminar entre calles con el blanco intenso sobre las fachadas de sus casas. y sentir en tren o autobús el infinito viajar que decía Claudio Magris . Todo ello entre los buscados contrastes, el que va de las ciudades a los pueblos y del mar a esos otros parajes campestres llenos de tierras con extensos cultivos de cereales y viñas .
Tenía días para viajar sin rumbo fijo, deambulando de aquí para allá como si de un nómada se tratara. No quería sentir la presencia del tiempo, mi deseo era simplemente viajar, dejarme llevar y volver a estar sin ningún propósito turístico de ver a toda prisa. Es por ello que se daban las circunstancias que necesitaba para dejarme de nuevo arrastrar por la magia del camino , con espacio suficiente para leer y escribir a la sombra del árbol de una plaza o bajo el cobijo de una vieja tasca y la curiosa mirada de los lugareños. También era un tiempo necesario para olvidar si hiciera falta, Portugal era como un viaje perfecto que me iba a teletransportar a ese espacio atemporal donde el futuro se combina con el pasado y donde las ilusiones perdidas se mimetizan con el brillo del futuro por crear.
La bella y vieja Lisboa era de nuevo la puerta de entrada que me permitiría saborear las calles, las tascas, las miradas , los sabores y aromas de ese Portugal que navega hacia al futuro con la enorme nostalgía de quien fue rey de los mares. Hablar de Portugal no es solamente hacerlo de su crisis actual, de la saudade constante y de los sonidos de su fado, también es hacerlo de un pueblo pionero en los viajes de descubrimiento, en sus navegantes, en esos viajeros que son parte fundamental de la exploración histórica.
En la vida los reencuentros no son sencillos, muchas veces se cumple el dicho de no hay que volver al lugar donde has sido feliz, pero tras las vivencias que he experimentado estos años, consideraba que era el momento adecuado para reencontrarme con ciertas calles, con ciertos lugares, y quizás también porque no decirlo con ciertos fantasmas.
Desde aquel mirador del barrio lisboeta de la Alfama uno pudo sentir hace años una brisa especial de humanismo cosmopolita que era la semilla básica de la que estaba hecho uno. Esa mezcla que une los aires de Europa con los de América, África y Asia , la mezcla y riqueza de todo ello se mezclaba con ese conjunto de emociones que corrían por la sangre con ganas de vivir múltiples aventuras. Y esas miradas con olor a mar siempre llevaban a desear futuros viajes para poder así convertir aquellas lecturas y anhelos infantiles en sueños por realizar. Buscar la aventura y sorprenderse ante lo desconocido en la lejanía de los mares donde el sol brilla como si de un tesoro se tratase.
Sostiene Pereira de Tabuchi muchas realidades de vidas anónimas, como también lo hizo el hijo prodigo Saramago. Es de esas y otras infinitas lecturas donde surgieron palabras que no se las llevaba el viento pues eran sabias y eternas. Fueron sueños gestados en esas librerías de viejo que aquí se alzan sobre calles empedradas. Viajes y sueños donde los libros te teletransportan a aquella frase que nunca olvidaré de que el viajar era el verbo que no conocía la monotonía.
Es así donde la realidad se confundiría con el pasado para proyectarse con el incierto futuro, navegar los mares para volver a casa, sentir los puertos y ciudades donde salieron exploradores que querían dar la vuelta al mundo. Y era allí donde al cerrar los ojos podría de nuevo sentir esos lugares donde la revolución se hizo no con las armas sino con los claveles. También era entender un lugar lleno de aquellos viejos libros leídos con historias que iban de la expulsión de los judios a las fascinantes vidas de aquellos marinos y aventureros. Hombres como Magallanes y Vasco de Gama salidos de Portugal por mar, por sed de aventura, de conocimiento y de progreso , marinos que llegaron al fin del mundo. También salieron por mar aquellos dos aventureros jesuitas españoles llamados Pedro Páez o Francisco Javier que llegaron a lugares remotos de África y Asia.
En unos casos eran gente de armas, en otras de religión, algunos acoplaban la pasión por el viaje y el mar , pero también por el conocimiento de la ciencia y las letras. Todos ellos conformaron un legado histórico imborrable donde la aventura del descubrimiento está con letras de oro entre los viajeros y exploradores. Es en esas vidas donde siento el profundo respeto por aquellos aventureros que pisaron estas viejas ruas y universidades antes de su devenir viajero por África, América y Asia.
Y todo ello se cruza con en estos tiempos contradictorias de incierto futuro donde nadie sabe lo que nos espera de un capitalismo suicida basado en especulación y deuda. En ese año 2012 que ahora abrazamos y que ya hace siglos anunciaban como el del fin del mundo.
Pero que se le va a hacer, uno nació optimista y el camino de la vida se va ir perfilando como si de un viaje se tratara. Y es con en esa vieja mochila con la que voy sentir de nuevo muchas cosas conocidas y otras por descubrir , como el ver ese añorado azul de cielo y esas blancas fachadas de un Alentejo que se asemejaban a los pueblos de la querida Andalucía. Y todo con un mar que se abre directamente al océano y donde a los delfines se les llama golfinhos.
Caminar sin rumbo, coger el siguiente tren, hablar con desconocidos al abrigo de una tasca popular, saborear platos sencillos hechos con el cariño y la paciencia de un tiempo necesario para recrearse ante la nostalgia pasada . Estar de nuevo en esos lugares que nos llevaron a navegar en tierra atravesando la historia, los sueños, las páginas y las vidas de aquellos que nos precedieron y que llevaron el conocimiento más allá de los mares.
Las calles de un país que me acogían de nuevo como si nunca me hubiera ido, pero en está ocasión sus lecciones y su sabiduría iba a venir con muchos de los mensajes escondidos en unas calles que aquí se llaman ruas….
@Mary: Gracias por tus palabras. Portugal es de esos países que siempre llegan al corazón, espero que lo disfrutes, buen viaje.
Hola Ivan a pesar que tu publicación es de hace dos años me encanta la forma como describes lo vivido alli, pronto iré a Lisboa desde Venezuela y tengo mucha illusión de conocerla..me pasa asi con Sevilla fui hace años y siento que en algún momento debo
volver es de esos lugares donde vas y sientes que alli hay algo que te pertenece no se
si seran los gratos recuerdos, el cariño que la gente dejo en tu corazón o es que hay cosas
con las que conectas de tal forma que sientes que las haz vivido antes en esos lugares.. gracias por tus aportes.Saludos
Gracias Lele, me encanta Portugal y Lisboa es una de mis capitales favoritas del mundo mundial 🙂
Hola, Iván.
No podía pasar por aquí, robarte un viaje a través de tus palabras y no dejar señas. Sobretodo cuando ese viaje al que me llevas es por Portugal, me ha sido inevitable sentirme identificada en cada párrafo y verme en esas calles que ellos llaman rua, siendo feliz una y otra vez, sin miedo a ser infeliz en ellas una y otra vez, viviendo en ellas.
Adoro también Portugal desde que hice un Erasmus, después he vuelto infinidad de veces, unas por más tiempo y otras por menos. Siempre es curioso porque me invade la sensación del viajero aun sintiéndome en casa, puede ser que tenga que ver con lo que tu bien describes «ese espacio atemporal donde el futuro se combina con el pasado y donde las ilusiones perdidas se mimetizan con el brillo del futuro por crear.»
Ahora que ya me he presentado voy a seguir navegando por tu blog.
Ha sido un placer encontrarlo.
Un abrazo,
Lele
@Alicia : Gracias por el comentario, me gusta viajar de forma tranquila y pausada, disfrutando los pequeños placeres 🙂
@Esteban: Gracias. Lo cierto es que Lisboa y Portugal también son muy especiales para mí 🙂
¡Bravo Iván! . Por estimular el viaje sin rumbo, sin tiempo, sin prisas y por reflejar el espíritu de un país tranquilo, honrado y callado como Portugal. Yo si vuelvo allí una y otra vez, al lugar donde me siento feliz.
me encantó todo lo que lei acá…y especialmente eso de que viajar es el verbo que no conoce la monotonia……….genial. De Portugal conozco sólo Lisboa, me gustó muchísimo.- Viajar es la sal de la vida. Slaudos a todos.
Supongo que muchas veces ocurre en esos lugares donde hemos vivido cosas especiales y hemos encontrado a gente que llevamos dentro.
A mi me pasa un poco lo mismo con Escocia… siento una cierta pulsión que me hace volver una y otra vez, recordar mis tiempos allí, reencontrarme con la gente y, quizás, revivir alguna de las experiencias maravillosas que viví en Edimburgo.
Un saludo