Llegué a Sofia tras pasarme todo el vuelo entre cabezadas y la agradable conversación con una señora búlgara que vivía y trabajaba en Madrid desde hacía una década. A su lado iba su bella sobrina, mostraba ese look que a veces tienen las mujeres de ciertos países del Este, una minifalda de infarto que mostraba unas piernas kilométricas acompañado de los sempiternos tacones de aguja. La llegada al aeropuerto por la decoración y detalles me daba ya una idea que se asemejaba más al estilo soviético que al de cualquier aeropuerto occidental. Estaba de nuevo en el Este de Europa, a tan sólo tres horas y media en avión de Madrid pero muy lejos en cultura e Historia. Un fascinante mundo y una gran aventura empezaba con un viaje por algunos países de los Bálcanes.
Me acomodé en el bus para el trayecto que me llevaría hasta el centro de la capital. Rápidamente la joven que estaba a mi lado se puso a conversar, me contó parte de su historia personal en un perfecto español. Era un rostro con el nombre y apellidos de esas personas emigrantes que salen al mundo a buscarse la vida y un futuro mejor, trabajaba en Madrid y tras cinco años de ausencia volvía a su país para visitar a los suyos. Conversamos un poco de la vida y de Bulgaria , se mostraba muy curiosa e interesada por mi viaje, me preguntaba por las razones que yo tenía para visitar su país y por qué iba viajando sólo sin compañía .Tras bajarnos en la misma parada nos despedimos, nos estrechamos las manos deseándonos buena suerte y los dos seguimos nuestro camino con una sincera sonrisa.
Siempre que llego a una nueva ciudad me siento un poco perdido, el callejear por primera vez a veces se vuelve todo un laberinto de calles cuyos nombres no identificas. A veces incluso con los mapas cuesta llegar al sitio buscado. Siempre he sido fiel a mi estilo de preguntar a los lugareños , así que una vez más y con la estimable ayuda de varios jóvenes que chapurreaban inglés llegué al destino que buscaba en el centro de Sofia.
Casualidades o no, preguntando en un café del centro apareció en ese momento Eric, el propietario del Hostel donde iba a alojarme en la ciudad. Eric, como comenté en el anterior post es profesor de Universidad y a la vez tiene el negocio del Peace Hostel, educado y buen conversador es una agradable persona que habla perfectamente español debido a su doctorado en Madrid.
Sofia era mi puerta de entrada en Bulgaria y al presente viaje por parte de la Región Balcánica. Como otras capitales era una primera toma de contacto con el país. Así que ya instalado aquí durante cuatro días deambulé por la ciudad sin demasiados planes ni rumbos fijos. El Este de Europa es una de esas zonas del mundo que me fascina, creo que una de las principales razones son los contrastes, la sensación que hay de cruce de caminos entre Oriente y Occidente es algo que se siente al estar aquí. La Historia que han tenido estos países es otro de los alicientes que fascinan a algunos viajeros entre los que me encuentro. Aquí en Sofia estaba ante una de las capitales más antiguas de la vieja Europa, paseando por sus calles y entrando en sus iglesias uno se da cuenta del enorme caos que hay por esta zona del mundo.
Cruzarse con ruinas romanas en medio de un parque es algo que no ocurre todos los días, allí me senté a leer y cerrando los ojos creí imaginar a legiones romanas dirigidas por el mismísimo Emperador Diocleciano. A pocos metros de allí veía iglesias ortodoxas que hacen que te maravilles ante las cúpulas doradas que les dan un porte mágico . Siempre me sorprendo ante la fe que tiene la gente en los antiguos países comunistas. Ver ahora las iglesias con personas rezando y poniendo velas me lleva a pensar en que hace no mucho fueron ritos que durante varias décadas estuvieron prohibidos.
Estoy delante de la Biblioteca y no puedo dejar de pensar en aquel viajero llamado Patrick Leigh Fermor en su Tiempo de los Regalos. Estoy seguro de que el entrañable Paddy se detuvo aquí , a leer, a buscar libros, a soñar y recrearse ante la vida con su fascinante viaje. Siento con ello que estoy a pocos cientos de kilómetros de Turquia , a lo lejos el cruce de caminos entre dos mundos con el porte majestuoso de la vieja Constantinopla que era el destino final del viajero eterno a Bizancio.
Y puedo apreciar que se nota mucho el pasado de aquel viejo imperio bizantino y otomano que luego fue el turco . Hay numerosas placas, detalles e Historia que hacen referencia a librarse de aquellos que sembraban de terror a pueblos de media Europa. Historia llena de recuerdos, de legado, de cultura, de conflictos, todo eso en estos cruces de caminos donde a veces todavía se siente el olor a sangre y destrucción. Un siglo XX caótico que aprecias al caminar por estas calles, viajamos a los conflictos del inicio del pasado siglo con una alianza con la Alemania Nazi que a los pocos años giraba completamente de bando y se transformó al ser otro país más de aquel Telón de Acero bien controlado desde Moscú.
Sentarme con un libro cada día para maravillarme ante la catedral de Alejandro Nevski con sus colores y ese mágico contraste entre el verde celeste , sus cúpulas doradas y el cambiante color del cielo. Olores en los mercados callejeros de libros que se mezclan con los de flores y de productos frescos . Esos mercados que me llevan siempre a tomarle el pulso a los lugares y a parte de la población local. Mientras unos compran en esos mercados otros ciudadanos dejan pasar el tiempo mostrando sus mejores sonrisas en los cafés que abundan por toda la ciudad. Pero el Este de Europa me trae recuerdos y siento muchas caras que creo haber visto antes. Algunas de ellas suelen ser las de la gente que no pudo adaptarse al cambio, como en otros países de la orbita comunista me resulta muy triste ver a las abuelas con sus básculas intentando que alguien se pese para ganar unos centimos.
Observar la Mezquita de Banya Bisha y luego la Iglesias ortodoxas o la sinagoga me lleva a sentir de primera mano esa diversidad llena de colores especiales que se siente al estar en los Bálcanes. Luego caminaré por sus parques, sentiré algunas miradas y entablaré conversaciones con sabor a cerveza bajo la intensa lluvia . Pero sobre todo tantearé el pulso a la ciudad que como todo el país y la vieja Europa mira con escepticismo un futuro incierto.
Y me alegro mucho de estar aquí , viajando de nuevo por tierras del Este de la vieja Europa. Durante estos primeros días y durante el resto del viaje podré ver de primera mano los recuerdos de los tiempos anteriores a la caída del Comunismo . Tiempos no muy lejanos aquellos donde el gobierno único y la dictadura del proletariado marcaba las pautas de vida de todos como si de un Gran Hermano se tratara. Pienso que han pasado poco más de veinte años desde que aquellos países formaban parte del viejo Telón de Acero . Menos de un cuarto de siglo para experimentar probablemente el mayor cambio de Sistema del siglo XX.
Y como siempre mi mochila me acompaña y me lleva a disfrutar, aprender, conocer, sentir , ver, viajar ; en definitiva vivir una nueva aventura en lugares y gentes que me ayudan a entender parte del mundo en el que vivimos….
Hoy la cita es : «La civilización es un movimiento y no un estado, un viaje y no un puerto» Arnold Joseph Toynbee
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