El viaje como la Literatura tienen la característica de permitirnos trasladarnos en el el tiempo como si de un juego de magia se tratase. Agazapados en el interior de nuestros sueños radica muchas veces la innata capacidad de vivir y experimentar aventuras que guardamos dentro del niño que una vez fuimos. Viajes maravillosos comenzaron de la forma más sencilla en el momento de optar por pasar las primeras páginas de un buen libro. Y es que muchas veces todo viaje empieza en ese instante en el que decidimos optar por la sabia compañía de unas letras que no se las suele llevar nunca el viento.
Escribo ahora mismo desde el compartimento de un tren mientras mi mirada va fijándose en los paisajes y paisanajaes que aparecen a través de la ventana. He dejado atrás un intenso mes viajando por Rumania y voy rumbo a la vieja Constantinopla. Tengo muchas sensaciones y emociones tras unas intensas experiencias vividas en Rumania. Mi libreta de notas está llena de reflexiones, de vivencias y de gentes que guardo dentro del corazón. Un viaje con muchas connotaciones personales y lleno de magia que terminó en Bucarest de forma extraordinaria.
Viajar y soñar de nuevo en el interior del tren, uno de esos espacios atemporales donde la magia aparece al ver pasar el paisaje desde una simple ventana . Atravesar el país en un viaje que me ha llevado durante quince horas desde Sighet en el norte de Rumania ( al lado de la frontera con Ucrania) hasta el sur en Bucarest . De nuevo estoy en la capital del país y termino de escribir el presente post en la casa de una familia de la capital que me ha alojado mostrándome lo mejor de un país y de sus gentes.
La vieja Bucarest me sirve como entrada y salida de un fascinante país al que estoy seguro de que volveré en un futuro cercano. Acabo en estos momentos cuatro intensas semanas viajando por algunos lugares de Rumania. Un fascinante país que como ya comenté anteriormente tenía marcado con letras doradas en mi lista de deseos viajeros . Mientras escribo veo el devenir del tiempo pasar mientras atravesamos espectaculares paisajes que aparecen a través de la ventana del tren.
De nuevo en tan fascinante medio de transporte viajo para atravesar un nuevo país. Al llegar a la estación de Sighet y acceder al coche cama del viejo tren fue inevitable acordarme del viaje en el Transiberiano, con todo lo que allí viví y sentí. Viejos trenes de madera que hacen las delicias de cualquier persona apasionada por el viaje y el conocer mundo. Ahora mismo veo que entre los paisajes de verdes montañas aparecen unos niños que saludan a los pasajeros del tren deseándonos un buen viaje, a su lado unas mujeres trabajan el campo mientras el sol va cayendo para dar paso a un nuevo día. Iglesias brillantes resplandecientes asoman con sus cúpulas en muchos pueblos que atravesamos para mostrar reflejos preciosos que se acoplan con el sonido de las campanas. En estos bellos paisajes puedo ver a sus gentes que se mueven despacio en carros arrastrados por caballos.
Cuando pensé en el presente viaje lo hice motivado por uno de los libros que más me ayudaron e inspiraron a lo largo de la vida. El tiempo de los regalos de Patrick Leigh Fermor fue uno de esos libros que me encontraron cuando más lo necesitaba, en unos momentos donde una parte de mi mismo no vivía una de sus mejores épocas. Aquel libro tuvo la misma llama de pasión que El Camino más corto de mi admirado Manu Leguineche. Letras mágicas llenas de vida en estado puro y que llevan la innata huella de apasionados viajeros humanistas.
De nuevo la aventura y el viaje se acoplaban de manera humanística con la belleza de las palabras que llegaban a las gentes y atravesaban el tiempo a través de la Historia. Todo ello enmarcado en la nobleza y humanismo de unos autores que me han inculcado ese de hacerse a uno mismo con libros y viajes para aprender del mundo, de sus gentes y de uno mismo.
Verdes campos que se mezclan con el azul del cielo y con los colores de los pasajeros que suben al tren. Al cerrar los ojos empiezo a recordar parte del viaje, de forma misteriosa se cruzan las imágenes del pasado con las del presente. La vieja estación aparece con colores sepia donde creo ver a un joven Leigh Fermor charlando y riendo con unos campesinos. Los colores de unas plazas a veces se confunden con el de aquellos raíles que llevaron una vez impresa la huella del amor intenso y el cariño por una mujer que ahora es parte del pasado.
El lento avance del tren me reconforta y pienso que no hay mejor medio de transporte para representar lo que siento por el viajar y el mundo. Un mágico devenir pausado del tiempo donde las prisas huyen a otros lugares y latitudes donde la velocidad del reloj avanza como si de un rayo de luz se tratara. Lejos aparecen difuminados los colores de nuevas iglesias que desde el centro de un pueblo lanzan las campanas al vuelo para anunciar unas horas que en estos momentos avanzan tan despacio que puedo saborear los segundos de las manillas del viejo reloj.
A la vez voy avanzando por las páginas leídas estos días, viajo a la segunda mitad del siglo XX donde puedo sentir parte del dolor y sufrimiento del pueblo rumano. En el interior de esas páginas se refleja la barbarie y tiranía que asolaba el país durante casi medio siglo. Al abrir los ojos escucho de nuevo las sabias palabras que un profesor inglés apasionado por la zona me dijo esa mañana: «Aquí en los Balcanes se siente la Historia solamente con pisar la calle» .
El tren avanza y al abrir los ojos me encuentro confundido por una aventura en la que he tenido la capacidad de viajar a través del tiempo y de la Historia. En una nueva estación entran nuevos viajeros y conozco a un alegre y campechano ciudadano de Bucarest con el que entablaré rápidamente conversaciones para ir rumbo a un nuevo Tiempo de los Regalos….
Hoy la cita es : «No se trata simplemente de unos meses de viaje, es una defensa del viaje como forma, quizá la más importante forma de Educación Humanística » Sir Robert Byron
@Mia: Gracias, la verdad es que son lugares fascinantes y muy desconocidos para el viajero occidental. Un saludo y buenos viajes
Gracias, por lo que he leído y la historia tan bonita que has escrito.. Me hace recordar «tan buenos tiempos» por donde yo estuve una vez 🙂 Felicidades !
Gracias por las palabras Arol. Me gusta contar historietas 🙂 . Supongo que a veces escribo pensando en lo vivido y lo leído a lo largo de mi vida. Un abrazo viajero, lo de las birras en nada, ponlas a enfriar 🙂
Hola César. Por supuesto que los trenes tienen algo especial y mágico que te lleva a volar con la imaginación. También es un medio de transporte donde las relaciones personales muchas veces aparecen. En el trayecto Sighet a Bucarest encontré a Horatiu, un hombre cuya mujer hablaba español y me invitaron a quedarme en su casa, pero esa será otra historia y post 🙂
Los trenes no son un transporte más, no están hechos solo de hierro, están hechos de la materia prima que da forma a los sueños, cualquier viaje en tren por minusculo que sea es una aventura evocadora y si tras los ventanales estan esos bosques rumanos donde uno sabe que transitan los osos que escaparon a la caza del tirano y de otros de la realeza que ejercen fuera de sus países como aquel, pues mejor que mejor. Bonita entrada Ivan
Gracias amigo Pau, muchas emociones y sensaciones 🙂
Muy emotivo compañero.