Hay nombres que directamente están ligados al viaje y a la aventura. La lista puede ser inabarcable y obviamente es algo que dependerá de cada uno, pero lo que es bien cierto es que hay algunos lugares que sin duda están en la mente y corazón de muchos viajeros . Entre ellos, hay uno que evoca a una forma de viajar antigua, cosmopolita y multicultural, se trata de Samarkanda y hace muchos siglos fue uno de los núcleos del saber, del comercio y de la unión entre Oriente y Occidente. Y ahí está la vieja Samarkanda resistiendo el paso del tiempo y esperando al viajero, hoy en día poco queda de la sabia ciudad que albergaba a aventureros , comerciantes y a las caravanas de la legendaria Ruta de la Seda .Pero a pesar del devenir del tiempo uno no puede dejar de soñar con pisar una ciudad con tan rico pasado. Y hoy en día esa ciudad está anclada en un presente contradictorio dentro del enclave convulso que es ese país llamado Uzbekistán.
Pero antes de llegar a la legendaria Samarkanda tuve que arreglar mi último día en Tashkent con una de las cosas que realmente odio y se me dan mal: la maldita burocracia. En España me fue imposible hacer la visa de Kyrguistán al no disponer de embajada y estar sin tiempo para enviarla a capitales como París o Berlín. Así que todo pasaba por Tashkent, era en la capital uzbeka el único lugar posible para poder hacer la visa kirgiza. Llegar a la propia embajada se convirtió en un acertijo de callejuelas distribuidas entre perpendiculares y paralelas que se cruzaban con pocas ( o ningunas) indicaciones. A todo ello se le suma la imposibilidad para hacerse entender en inglés o enseñando un mapa , y es que en estos países nadie sabe donde está nada. Con algo ( mucho) de paciencia y un poco de suerte logramos llegar a la embajada kirguiza. Pero aunque yo estaba fisicamente en Tashkent , mi mente y corazón ya estaban con los sueños de esas fotos y lugares legendarios y fascinantes que había visto de la mítica Samarkanda.
Allí , delante de la embajada ya estaba esperando un viajero suizo en bicicleta , a la primera se veía que estaba haciendo parte de la Ruta de la Seda. Tras llegar me ví desanimado al ver que debía esperar una semana para obtener el visado, pero luego pude ver y experimentar como en esta parte del mundo las cosas funcionan de otra manera y uno mas uno no suelen ser nunca dos ;). Estaba ante unas pruebas de los burócratas y de un sistema arcaico para poder alcanzar uno de mis sueños dorados como viajero: llegar a la legendaria Samarkanda.
Tras las esperas de rigor y ver como llegaban nuevos viajeros el policía de la puerta tomó notas de nuestros nombres y nacionalidades. Al igual que con los policías del metro , se abrió de nuevo la conversación con el obligado tema futbolero del Barça -Madrid y el éxito de la selección española como campeona del mundo en Sudáfrica. Con una noble y cercana sonrisa me dijo que era del Madrid pero que su compañero era del Barça, y fue así como suavizado por el fútbol me indicó que era mi turno y que podía pasar.
Tras una puerta hermética gris entraba en uno de esos sitios que huelen a burocracia por los cuatro costados. En una minúscula entrada me recibía una mujer que me indicaba con señas que debía pasar a la estancia contigua donde estaba » El jefe que cortaba el bacalao». Y tras pasar una nueva puerta me encontraba con un nuevo burócrata, tenía delante a uno de esos personajes que pueden trabajar tanto en una embajada como ser el contrabandista de turno, o quizás las dos cosas al mismo tiempo 😉 .
Fue allí donde pude entender como aquí las cosas nada tienen que ver con las reglas del mundo occidental , rellenaba unos papeles, entregaba la foto y me entero que no debo dejar el pasaporte. Me sorprende gratamente eso de que aquí se podía recoger la pegatina de la visa dentro de una semana con lo que me alegraba eso de poder mantener el pasaporte . Veía que solamente me quedaba una última prueba para acabar tanto papeleo de visas : pagar en dólares el precio de la visa kirguiza. Pero claro, estaba ante un ligero problema ya que no tenía dólares, solamente disponía de euros, y curiosamente el banco donde debía hacer el ingreso no cambiaba de euros a los billetes del Tio Sam. No solamente me dicen eso, sino que un policía con cara de pocos amigos me dice que en cinco minutos cierran por espacio de dos horas, que era tiempo de irse a comer y que me vaya de una puñetera vez.
A veces en estos países uno se pregunta donde está la cámara oculta que regula todo el caos reinante. Uno piensa que hay algo que funciona de forma diferente, y es que eso de acudir a un banco y no poder sacar dólares ni poder cambiar euros a dólares me forzaba a pensar las posibles opciones si quería arreglar en el mismo día todo . 1) Ir al hotel y cambiar allí 2) Ir al mercado negro a buscarme la vida. Solamente tenía unas cuatro horas ( que quitando las dos que el banco estaba cerrado se quedaban en dos) para hacer el pago en dólares y entregar el puñetero papel con el sello en la embajada , así que me puse a pensar rápido.
La opción más cercana y lógica era volver al hotel, allí intentar sacar dólares con la tarjeta de crédito . Pero como iba siendo el día debían aparecer nuevos problemas, y era que la máquina del hotel no quería funcionar el día D y en la hora H que yo necesitaba pasar mi tarjeta y usar sus servicios 🙁 . Con mucha calma tuve que esperar una hora viendo como pasaban sucesivamente ese trozo de plástico que debía alcanzar el climax con la conexión de la vetusta máquina. Finalmente , tras decenas de intentos fallidos las señoras lo seguían intentando, veían que estaban ante alguien con cara de buen chico que necesitaba dólares a toda costa. Y fue así como tras una hora y tras aguantar estoicamente con mucha paciencia me dijeron que por fin daba señal y que me daban los dólares que inmediatamente sacaron de una caja fuerte con dos cerraduras . Gracias a esas mujeres pude llevar dinero en dólares relucientes al banco, allí tuve que seguir rellenando formularios ( jodida burocracia inútil de estos países con la herencia – tradición comunista) y atravesar varios despachos para poner sellos y obtener firmas de unas estructuras hiper jerarquizadas. Con el sello de turno de haber realizado el pago pude volver a la embajada kirguiza a entregar los documentos, y así pude desentenderme de la visa y preocuparme tan solo de viajar por Uzbekistán.
Completamente extasiado de la enorme burocracia y del papeleo, solamente me quedaba relajarme y alegrarme de haber superado estas pruebas que se asemejaban a las que sufrió Asterix en sus doce pruebas . Ahora me quedaba sacar el billete de tren para ir con Claudia a Samarkanda. Antes de ir a la estación pude charlar brevemente con un español que se encontraba en el hotel. Se trataba de un entrenador de fútbol sala que estaba de visita en la ciudad por motivos profesionales.
Ir a la estación de tren es hacerlo no solamente con el peso de las mochilas, es también hacerlo con un buen fajo de dinero encima de tres clases : los Sum locales (de los que dudábamos tener los suficientes para poder comprar los billetes de tren ), los dolares recién sacados y el fajo de Euros que habíamos traído de Europa. Antes de llegar a la estación debemos pasar de nuevo por el metro tenebroso ( pero curioso) de la ciudad, con las inspecciones constantes de los policías que no se aburren pasando las hojas del pasaporte ni abriendo nuestras mochilas.
Al llegar a la estación de trenes y pese a la presencia policial recibimos el acecho de varios buscavidas que intentan sacar tajada de la necesidad de cambio . Nada mas entrar, tocan las obvias medidas de seguridad de las mochilas y las miradas serias de los militares. Las ventanillas para sacar los billetes están a nuestra derecha y afortunadamente hay poca gente. Hacemos cola en una de ellas donde casualmente la chica que esta comprando habla español ya que trabaja como guía y traductora para grupos de turistas de nuestro país. Lo sorprendente era ver como estaba pagando , obviamente con dinero, pero era sacado a puñados, en enormes fajos de billetes salía desde una enorme bolsa de basura negra.
No me quedaba otra que sonreír ante lo que veía delante, esos fajos de billetes saliendo de la bolsa negra de basura me mostraban unas situaciones rocambolescas de un simple acto de comprar y pagar unos simples billetes de tren. Y es que allí estaba todo el dinero que pagaba los veinte billetes de tren de un grupo de turistas españoles que vendrían en dos semanas a visitar Uzbekistán. Abrumados por tal cantidad de papel ( que no de dinero) bromeamos y la chica comienza a sonreír y ver la gracia de la situación, a su vez la cajera espera con cara de pocos amigos mientras una maquina contabilizada la ingesta cantidad de billetes.
No se puede pagar los billetes de tren ni con tarjeta de crédito y en este caso tampoco en dólares. Estamos en un país donde las leyes marcan unas realidades en función del lugar en cuestión. Por la mañana valen los dólares, ahora no, en una semana volverán a valer los dólares para comprar billetes de avión, en fin, paciencia , mucha paciencia. Así que le explicamos a la chica nuestra necesidad de comprar dos billetes con destino Samarkanda y ella nos ayuda pero nos dice que no tenemos suficiente moneda local. Por ello, Claudia acude al mercado negro de la zona a cambiar unos 30 euros que nos hacen falta para poder pagar los billetes. Allí estoy yo con una sudada de escándalo tras la ajetreada mañana en la embajada y sentado con las mochilas apoyadas en el suelo, una de esas imágenes repartidas por el mundo de los viajeros: las largas esperas en las estaciones.
Mientras estoy esperando cierro los ojos y recuerdo estaciones y otros trenes legendarios como el Transiberiano del año pasado. Cuando los abro veo rostros de muchas razas , desde los blancos eslavos, a los uzbekos, kirguizos, mongoles, chinos. Es allí en una simple estación de tren donde puedo ver como convergen el crisol de razas de muchos de los pueblos de Asia Central y de lo que fue la antigua Unión Soviética , de rubios que parecen suecos a los contrastes con otros rasgos totalmente asiáticos.
Pasan los minutos y empiezan a acercarse curiosos y una pareja intenta hablarme con cuatro palabras en inglés. Ya con Claudia de vuelta y con el dinero uzbeko fresco ( gracias a la inestimable ayuda de la joven) logramos conseguir los billetes que nos van a llevar a coger un tren dentro de dos horas con destino a una de las ciudades emblemáticas de los viajeros: Samarkanda. Y es alli, en otra estacion donde pasa rápidamente el tiempo de espera antes de ir a un lugar largamente soñado.
En la espera quito el hambre con algo así como un Kebah , en algo así como la cafetería de una estación. Durante todo ese tiempo bebo agua a mares, el calor es insoportable a estas horas de la tarde y puedo ver como un termómetro marca los cuarenta grados. Es una tarde cualquiera de agosto, pero yo me encuentro en Asia Central y a escasas horas de poder cumplir el sueño de llegar a uno de esos lugares que desde hace muchísimos años me fascina.
Y es que con tan solo oír el nombre de Samarkanda se me iluminan los ojos ante un lugar fundamental de la Historia y ante los enormes mitos de los viajes, la exploración y el comercio que dieron prestigio y fama mundial a ese lugar de leyenda. Todas las penalidades y luchas con la jodida burocracia habrán merecido la pena por llegar a una ciudad fascinante como Samarkanda, un lugar que aunque no es ni sombra de lo que fue, conserva en su alma y rincones ese mito viajero que hace que quieras llegar a estar allí.
No podía ser de otra forma que llegando en tren, en ese medio de transporte tan legendario, romántico y bello que me fascina y en el que he vivido tan fascinantes momentos . En un tren que recuerda a los del Transiberiano nos embarcamos, son unas cinco horas las que tenemos por delante , es allí entre un grupo de niños donde dejamos atrás la capital de Tashkent para ir en búsqueda de la leyenda de Samarkanda. Allí, en ese tren fluye la vida y la animación, entre niños, familias y el noble afecto de las gentes humildes . Ese es nuestro camino a Samarkanda, el que va en raíles y en otro legendario viaje que llega a uno de las ciudades con las que siempre he soñado…
Hoy la cita es: » Los viajes enseñan la tolerancia» Benjamin Disraeli
Gracias por la Informacion, siempre los leo, sigan escribiendo estos
post, aguante el mundo motor.
Saludos desde Santiago.
@Paco. Gracias por pasarte por aquí, la verdad es que nunca me he llevado bien con la burocracia y el papeleo. Kirguistán y sus paisajes merecieron esas esperas, aunque he quedado servido de viajar por un tiempo por tierras de rusos y vecinos de alrededores 🙂
Jajaja, los viajes enseñan la tolerancia…¡y la paciencia! me he reído con tus peripecias burocráticas y me he visto reflejado en más de una de esas situaciones kafkianas. Pero Kirguistán ¡bien vale una semana de papeleos! Gracias por tus aportaciones al debate de blogueros y periodistas. Un abrazo!
@Pau: La verdad que esa burocracia extrema es un peñazo tremendo, pero eslo que hay por ciertas latitudes. Ya sabes a tragar y aguantar, es parte del camino por ciertas zonas. Y una fase antes de llegar a Samarkanda;)
@Chily: Te puedo asegurar que la burocracia por la antigua URSS no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados por Europa Occidental 🙂
Genial el relato, no me puedo ni imaginar lo que pasaste!! A mi casi me da un paro cardíaco una vez que tuve que hacer una cosa parecida en el consulado español de Londres, y eso que era Londres y más o menos me entendía con la gente. Papeles, papeles, firmas, papeles. Que ajjjjco!!!!
Gran relato de una de las partes más sórdidas que debe sufrir el viajero. Me quedo con que al final lo conseguisteis, así que espero el siguiente relato, a ver qué os ofrece Samarkanda tras apearos de ese tren.
Claudia: Gracias por los consejos, siempre me ha sorprendido tu perfeccionismo para buscar los errores y las faltas de ortografía. Eres la única persona que he visto comentar eso en vez de los propios posts. Siento si se me ha pasado lo de que la g sin la u suena j. Por otro lado si, es cierto pude pasar gracias a tus dotes de alemán a la mañana, fue de tarde cuando hablé con el militar del Barca Madrid. Gracias por recordarme la memoria fotográfica que tienes, se ha olvidado. Es un post , NO ES LA BIBLIA ni una declaración jurada.TE REPITO UNA VEZ + QUE NO puedo recordar los detalles como tu haces. Y por favor, no me sigas comentando tales gilipolleces
Iván,
Creo que te dejaron pasar antes en el consulado kirguís (que no kirgizo, la g sin la u suena j) porque me camelé al guardia de seguridad que no entendía inglés y nos pusimos a hablar alemán y le conté una historieta, es que ya no te acuerdas? qué ingrato es el tiempo!
@SltCnmg: Gracias. Lo cierto es que viajar en invierno por estos lugares debe ser para cagarse del frío…. En verano fue bastante insoportable el calor, rondando los 40 e incluso 45 grados de forma diaria, pero estar bajo cero….. bufff. Con respecto a lo de la burocracia, la banca y esas cosas pues ya sabemos parte de la herencia comunista: Una sociedad burocratizada y donde hay que pedir permiso para todo, rellenando claro varios papeles. Voy a tardar unos años en volver por la zona de la esfera soviética. Tras dos veranos seguidos con el Transiberiano y parte de Asia Central he tenido de momento para un tiempo. He vivido por esos países grandes momentos y otros menos buenos, a nivel personal y como viajero, por lo que voy a cerrar por un tiempo esa parte del mundo.
Nuestro encuentro con la burocracia uzbeca fue también en un banco. Tampoco nos cambiaban euros a dólares y también estaba cerrado porque era la hora de la comida (sólo en los países de la antigua URSS son capaces de cerrar la taquilla que sea porque es el momento de descansar aunque haya una cola de 20 personas).
Pero lo más grave fue que hicieron falta cinco personas para poder sacar el dinero. Uno rellenaba el formulario, el otro hacía unas fotocopias de los pasaportes, el tercero esperaba para rellenar otras cosas del primer formulario y otro formulario más, el cuarto se encargaba de copiar los datos de la tarjeta y de llamar por teléfono para confirmar que podían sacar dinero (aquí no había ni cajero, ni máquina) y un quinto que controlaba todo el proceso , y sellaba y firmaba todo. Cualquiera podría pensar que con tanta gente debió ser muy rápido… pues no. A pesar de ser cinco, hasta que uno no acababa el otro no empezaba a hacer nada.
Después de más de media hora tuvimos que ir a otra sala del banco para que nos lo dieran…
Y las bolsas de basura negras llenas de billetes para comprar en las estaciones de tren le llaman la atención a todos los viajeros 🙂
Eso sí, nosotros en lugar de estar sudando íbamos tapados con toda la ropa que podíamos… no sé qué es peor: agosto o febrero, menudo mal clima que hay por esas tierras!
Gracias Octavio, la burocracia y el papeleo nunca se han llevado demasiado bien conmigo 🙂 . Llegar a Samarkanda fue sin duda un sueño hecho realidad. Un abrazo
Muy buena crónica, y que largo se hacen esos días de burocracia en según que paises, pero es esa esencia que te hace sentir que de verdad estas viajando. Me encanta tener esas sensaciones. Y mas el destino final Samarkanda, que ganas de visitarla……