Las horas pasan y llega nuestra última noche en tierras rusas, tras una leve cabezada de tres horas nos levantamos de madrugada para ir a la estación de trenes de Irkutsk, un taxi nos espera gracias a la ayuda del personal del Hostel. Estamos en agosto y se nota la frescura de estas noches, sin duda debe ser un maná del cielo para la población local, la suavidad de las temperaturas del verano contrasta con las grandes nevadas que caen durante el invierno en esta parte de Rusia.
En la estación de tren podemos observar un gran tumulto de gente que se dispone a partir, como en la mayor parte de las estaciones del mundo un sinfín de rostros y personajes rocambolescos aparecen por cada rincón de la estación. Tenemos tiempo para hacer acopio de algunas provisiones para el largo viaje que nos espera, son 24 horas de trayecto entre Irkutsk y Ulan Bator , mañana estaremos en la capital de Mongolia y habremos dejado Siberia y la inmensidad de Rusia . Pensamos en lo que dejamos atrás, hemos atravesado Rusia, el país más extenso del mundo en tren, desde la ya lejana San Petersburgo han pasado dos semanas, miles de kilómetros y muchos intensos momentos en este conjunto de mundos dentro de un mismo país.
Todo ello quedará en el recuerdo, y en nuestras mentes empezamos a dejar volar la imaginación y tratar de recrear los paisajes y gentes que tantas veces hemos soñado y que nos aguardan en nuestra nueva etapa. Nos esperan nuevas aventuras en Mongolia, el país de los nómadas y de los caballos.
Mongolia es un país que en parte vive mirando con cierta nostalgia a su pasado glorioso y a su hijo predilecto, al hablar de Mongolia tanto en la mente de los mongoles como en la de todos los visitantes occidentales nos viene el nombre y la figura histórica de un Gengis Kan, un consumado guerrero que unificó a los pueblos mongoles y que extendió su poder por la mitad del mundo conocido, un estratega militar que lidero el mayor imperio terrestre que el ser humano ha conocido . Un imperio el mongol que se extendió desde las lejanas tierras mongolas hasta las puertas de la misma Europa Occidental.
El viaje en tren se inicia y vemos como el personal del tren es de nacionalidad china, hemos entrado en uno de los trenes que hace el trayecto Moscú a Pekín, tenemos por delante un trayecto largo, pero sin duda menor que el de aquellos que deben prolongar su viaje hasta Pekín,. Tanto Claudia como yo tenemos ya experiencia en maratonianas jornadas de 24 horas en el Transiberiano, así que nos tomamos con calma la experiencia de pasar un día entero dentro del tren, y también tenemos en cuenta que algunas horas vamos a estar en tierra, esperando en el paso fronterizo para hacer las tramitaciones de los pasaportes.
Al entrar en el vagón nos damos cuenta de que tenemos por compañeros de compartimento a dos de esas figuras que aparecen en las novelas , son dos ingenieros rusos que duermen a pierna suelta la borrachera , Igor y Vadin parecen sacados de una película cómica, regordete el primero y flaco el segundo, dos amigos ingenieros de minas que se dirigen a trabajar temporalmente en Mongolia . Todo eso nos lo contarían al despertarse y a lo largo del día, desde primera hora de la mañana entablamos conversación con tan singular pareja. El viaje se prolonga por 24 horas, así que hay tiempo para todo: leemos, escribimos, hablamos entre nosotros y con otros viajeros , y como siempre pasamos horas en el vagón restaurante .
Durante el trayecto nos da tiempo de sobra para conocer parte de las vidas de los compañeros de compartimento, nos muestran fotos de sus hijos y nos comentan cosas de la fmaosa literatura rusa, continuamente hacen referencia a Gógol y Bulgakov. Ambos hablan algunas palabras de inglés, así que entre todos hablamos e intuimos cosas que nos queremos decir. Las cervezas y algunos snacks aparecen en escena y las risas se convierten en carcajadas, la razón y magia del Transiberiano está una vez más en estos momentos en que la amabilidad de los rusos se muestra en el más legendario de los trenes que pueblan el planeta Tierra.
A media tarde llegamos al enclave donde el tren para y se realiza todo el trámite de pasaportes , se intuye ya el ir dejando atrás la Madre Rusia , para ello la espera se prolonga por más de dos horas, aprovechamos para estirar las piernas en este enclave fronterizo , de nuevo hacemos aprovisionamiento de deliciosas pastas y galletas caseras. En el tiempo de rellenar los formularios de salida del país nos encontramos con una de esas situaciones que pasan con el verbo viajar, tanto Vadin como Igor están literalmente borrachos, y tanto Claudia como yo terminamos rellenándoles sus tarjetas de salida de Rusia en ruso!!!, hemos descifrado con la ayuda de una pareja de viajeros portugueses lo que debe ir escrito en cada espacio, nuestros afables compañeros se equivocan varias veces y desisten. Claudia con una calma infinita se encarga de rellenarles sus datos personales, número de pasaporte, fecha de nacimiento y demás requisitos burocráticos , lo cierto es que la situación es rocambolesca y rompemos a reír , risas que contrastan con la cara de pocos amigos de los militares y miembros de la tripulación del tren que empiezan a sospechar que nuestros amigos Vadin e Igor les están vacilando.
Las horas pasan y al amanecer empezamos a descubrir las inmensas llanuras de Mongolia, sea lo que sea notamos que estamos ya en otro continente, con las primeras luces del espectacular amanecer Claudia se levanta y saca unas primeras preciosas fotos de Mongolia, en Tren se balancea y circula asemejándose a un reptil, podemos ver a lo lejos a la locomotora y como va tirando de todos los vagones, todo ello se mezcla con los primeros rayos del sol y con los pastos que se cruzan con los primeros caballos y casas nómadas que vemos. Sin saber el por qué empezamos a experimentar un nuevo conjunto de sensaciones, dejamos atrás Rusia, sus grandezas y miserias, y entramos en Asia por la puerta grande, en tren y en Mongolia.
Mongolia es sin duda un país que evoca a la leyenda de uno de los conquistadores más importantes de la Historia , Gengis Kan y sus implacables jinetes guerreros, es también un país con una superficie enorme y donde una parte muy importante de la población sigue viviendo como hace siglos, nómadas en el siglo 21 que siguen moviéndose en función del clima y los pastos, un país de la superficie de Europa Occidental que permanece muy lejano para la mayor parte del turismo occidental.
A medida que avanza el Transiberiano voy acabando un fantástico libro de la colección del National Geographic, se trata de En el imperio de Gengis Kan, y es sin duda un gran libro de viajes. Una historia que me lleva a poder entender algo de la historia de un pueblo que pasó de ser el centro del mundo a un pueblo aislado, recientemente en el siglo 20 su historia viene marcado por ser el segundo país que abrazó el comunismo, y por ello mismo sufrió en sus carnes parte de la dictadura del proletariado, con campos de reeducación, purgas y la eliminación de muchos opositores al régimen stalinista que se estableció en las vastas extensiones de su territorio.
Llegamos a Ulan Bator, por primera vez en todo el viaje descendemos del tren y nos encontramos con otros viajeros occidentales, al bajar del tren vemos a algunas personas que muestran nombres de alojamientos con carteles, tras un par de ojeadas vemos un cartel de UB Ghesthosue, el Hostel donde pasaremos nuestras dos noches en la capital.
Llegar a Ulan Bator es encontrarnos con una ciudad en un país eminentemente rural. Una capital a la que a pesar de la herencia de la fealdad de su arquitectura comunista se le pueden sacar rincones especiales, un lugar que aunque con escasa belleza transmite serenidad al viajero . Ulan Bator nos recibe con los brazos abiertos de Asia, y tanto ella como sus gentes nos ofrece su sonrisa y unos refrescantes aires. Siento de nuevo la magia asiática, dentro de mi fluye esa tranquilidad especial de estar de vuelta en ese continente que tanto me fascina y al que tanto amo…
Hoy la cita es :He descubierto que no hay forma más segura de saber si amas u odias a alguien que hacer un viaje con él. Mark Twain
Hola Victor, gracias por tu comentatio, el Transiberiano es un viaje muy especial y super interesante, a veces todo hay que decirlo se hace dificil y complicado, pero es una gran aventura y experiencia digna de ser vivida, un abrazo
Genial relato de nuevo Iván. La verdad es que disfrutando como disfruto de los viajes relajados, sin prisas, y que se mezclan con las gentes del lugar, el Transiberiano cada día me atrae más.
¡Y tú tienes parte de culpa también! 😉
Hola Gonzalo, viajar por Rusia es bastante frustrante a veces, la burocracia del sistema , la arrogancia muchas veces de sus policias, y militares, las malas caras del personal de las estaciones de trenes, a todo eso se une la incomunicación debido al idioma, no obstante al final, como en todos los lugares, la gente de a a pie da bastante significado al viaje, y solamente por hacer el Transiberiano merece una visita ese país. Espero bajar a Madrid a Fitur la próxima semana
¡Qué grande, Ivanov! Me ha gustado mucho tu crónica. Espero que no piedas fuelle y sigas publicando sobre el resto de tu viaje veraniego. Ya te dije lo que pensaba de esta gente… igual leyéndote me hagas cambiar de opinión.
Un abrazo, gran jefe.
Nos vemos en Madrid un fin de semana de éstos.
Gracias por el comentario, me alegro que te haya gustado, lo cierto es que el Transiberiano da para muchos relatos :0
Maravillosa crónica a la que he llegado a través del gusto de un amigo.gracias a ambos.