La costa búlgara del Mar Negro abunda en contrastes y en Historia. El paso de diversos pueblos y culturas a lo largo de los tiempos ha llevado a estas costas una mezcolanza fascinante. Todo eso lleva a uno a pensar en el fascinante cruce de caminos balcánico. La proximidad a Turquía hace a uno volar con la imaginación a aquellos no tan lejanos tiempos en los que el Imperio Otomano mostraba su fuerza en todos estos pueblos.
La belleza de algunos enclaves lleva parejo el haber sido destino turístico desde los tiempos del viejo Telón de Acero. Estamos en pleno mes de agosto y hoy al igual que en las décadas del siglo XX se percibe ese ambiente característico de los lugares de sol y playa. Gente que va y viene, familias con niños, grupos de amigos o parejas de todas las edades van atravesando calles con el único objetivo de descansar y divertirse en la playa.
Al avanzar en el autobus veo como en cualquier otro lugar los juegos para los niños, por un lado se ven cubos y paletas para jugar en la arena, al otro lado aparecen esas colchonetas para jugar dentro del agua. Mientras el bus va parando en pueblos y sin motivo aparente me llegan ráfagas de instantes que recuerdan a mi infancia.
He dejado atrás Varna y me dirijo a Burgas, no tengo rumbo fijo, así que me voy moviendo por instintos. Aprovechando el buen clima quiero ver algo más de la costa, a pesar del lleno turístico del mes de agosto, voy intentar saborear algunos instantes en dos de sus enclaves más pintorescos y bonitos: Sozopol y Nesebar . Las dos villas marineras brillan desde hace mucho tiempo como dos lugares llenos de belleza e Historia. Sus ciudades viejas tienen la característica de estar mirando al Mar Negro con un porte majestuoso y antiguo que a pesar del turismo sigue fascinando al viajero. También uno se siente aquí muy lejos, no son muchos los viajeros occidentales que llegan a estas costas.
Llego a la estación de Burgas y como tantas otras veces mi destino depende del azar. Miro los horarios y veo que en tan solo cinco minutos sale el bus para Sozopol. Así que allí me dirijo en primer lugar, decido que a Nesebar ya iré la próxima semana.
El viejo bus va repleto de gente, como en tantos otros países sigue vigente la figura de los revisores que van dentro del bus. Y vuelvo a ver esas entrañables imágenes donde se cruza el balanceo del bus con el pago de dinero por parte de los pasajeros. La salida de la ciudad me lleva a divisar esos viejos astilleros que dudo sigan operativos. Burgas es una ciudad de provincias que hace como eje de comunicación en el sur de Bulgaria, el Mar Negro y con la no muy lejana Estambul. A la vez uno siente aquí esa mezcla de colores que a la vez lleva el constante gris de todo el Este de Europa.
Llego a Sozopol y veo un tono del mar que me fascina, al fondo sobre un precioso verde marino aparece majestuosa la ciudad vieja como si de un peñón se tratara. Voy riendo mientras subo por las empedradas calles en busca de una cama donde quedarme los siguientes tres días. Camino y disfruto con las pequeñas cosas que me encuentro en esas agradables callejuelas y sus entrañables casas de piedra.
Doy sin quererlo con un pequeño puesto callejero, allí pregunto por una cama con esa universal palabra en inglés llamada «Room». A pesar de la incomunicación y tras el visto bueno de los abuelos de la familia me dicen que si quiero puedo quedar en su casa. El precio es barato y accedo a quedarme por el ambiente familiar y también debido a unas majestuosas e infinitas vistas al mar que invitan a soñar y a viajar lejos.
Decido ir rápidamente a disfrutar del mar, frente a casa tengo unos acantilados con una pequeña cala donde uno siente el infinito viajar en la soledad de esas aguas cristalinas. De tarde decido caminar por el pueblo y me acerca a la ciudad nueva, desgraciadamente me encuentro con la masificación tremenda de las playas y con un ambiente que me recuerda al peor de las costas mediterráneas.
A pesar de los miles de turistas de la parte nueva me quedo con el ambiente familiar de la casa donde estoy, también con las calles y calas en la ciudad vieja. Por la tarde disfruto cada día viendo caer el sol con los reflejos majestuosos en el antiguo puerto de mar. Bajo el reflejo de los colores siento como la leve brisa marina me reconforta y me permite pensar en todos estos lugares del Mar Negro que parecen tan alejados del Mar Cantábrico del que vengo. Pienso en que no hay mejor terapia del mar para poder olvidar ciertos amargos recuerdos que han formado parte de mi vida hasta no hace mucho.
Pasan los días y decido que ya es tiempo de dejar Sozopol, vuelvo a Burgas para ir rumbo a Nesebar. Allí me encuentro con una abuela que me ve caminar con mi mochila y me ofrece si quiero quedarme en su casa. Como en otros lugares, siempre suelo acceder a alojarme en casa de esas entrañables personas mayores que tienen un sobresueldo alojando a viajeros en las habitaciones libres de sus casas.
Nesebar tiene algo diferente a Sozopol, la parte vieja está mucho más masificada y es quizá victima de su calidad de ciudad Patrimonio de la Humanidad. La parte nueva es una ciudad turística sin ninguna identidad más allá de sus urbanas playas.
Pasan los días y siento la belleza del Mar Negro, pero también pienso en los contrastes de estos lugares. El turismo de sol y playa en el Este no se diferencia en mucho al de cualquier otro lugar. Lo que resulta chocante muchas veces es el ambiente tan opuesto entre la insulsa parte nueva de la ciudad con respecto a la belleza de la parte vieja de las mismas. Y es que como en otros lugares de costa , el turismo ejerce muchas veces con una doble cara que va desde la necesaria fuente de divisas a la destrucción paulatina de la identidad del lugar.
Pienso en todo ello bajo un atardecer majestuoso, pero pronto se me olvida todo y pienso en esos horizontes de futuro que en parte estoy ahora mismo construyendo…
Hoy la cita es: «Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar» Proverbio japonés
@Dani: Gracias por tu comentario y mucha suerte en tu proyecto por Berlín 🙂
@Alfonso: Gracias, las fotos pues eso de estar en el lugar y momento adecuado 🙂
Un lugar que inspira relajación y armonía, … unas fotos geniales!
Un saludo.
Excelente artículo.Da ganas de visitar el Mar Negro.La foto de la estructura de madera la lado del mar, me recuerda a un hórreo asturiano…
Recientemente he creado una iniciativa en Berlín, en la que oferto visitas guiadas por la ciudad en bici, máximo dos personas. Mi blog es http://berlinenbici.com.
Un saludo desde Berlín.
Gracias amigo Pau
Siempre es un placer tomarse esas cervezas a tu lado 🙂
Me encanta Iván, aunque mejor escucharlo con tu propia voz y con una cerveza en la mano 😀
Gracias por tu comentario Antonio.
No entiendo nada de fotografía, así que mis fotos son simplemente de estar en el momento y lugar adecuado. Suelo hacer click cuando siento el momento, a veces hay suerte para ello y salen fotos interesantes 🙂
Un saludo
Muy acertada tu cita. Magníficas fotografías, me han gustado en particular las de las barcas. Un saludo y enhorabuena por el reportaje.