Siempre he visto los viajes como una oportunidad perfecta para caminar por los tediosos caminos de la Historia. El Este de Europa es quizá una de las regiones del mundo donde es más fácil encontrarse cara a cara con algunos de los hechos claves del pasado reciente. Caminar por las calles de ciertos lugares del Este te permite llegar a entender cosas, quizá demasiadas.
Viajar aquí se convierte en un libro abierto que contiene un conjunto de experiencias que en muchos casos van directos al corazón y nos hace reflexionar, entender, y mantener viva la llama de un efímero recuerdo que nunca debe caer en el olvido. Los caminos recorridos por algunas latitudes del Este suelen ser hechos inolvidables que permanecen dentro de uno y que en muchos casos hace que se nos encoja el alma y algunas lágrimas surquen nuestro rostro.
Mi curiosidad personal y el interés por la Historia hace que me guste regresar cada cierto tiempo a las latitudes orientales del viejo continente. Dicha búsqueda ( absurda o no) tiene quizá algo personal que va ligado a extrañas motivaciones que se alejan por completo del turismo. Viajo en el presente para encontrarme con los recuerdos del pasado y así tratar de conocer algunos hechos claves de la Historia reciente del viejo continente.
Casi todos los viajes por el Este me han hecho encontrarme con fantasmas, cenizas y sufrimientos del pasado siglo XX. El disfrute relajado y placentero de otros viajes quedaba aparcado y en cierta forma pasa a un segundo o tercer plano. Los viajes por los caminos del Este en nada se parecen a los que uno fue buscando en las geografías de los climas tropicales del sudeste asiático. El trópico queda muy lejos aquí en el Este, las palmeras y las aguas cristalinas no se intuyen en países en los que el termómetro baja siempre de cero en los crudos inviernos que azotan un año tras otro.
El viaje se cuela por las entrañas del alma y los pasos recorridos van entremezclados con hechos dramáticos que ocurrieron no hace tanto tiempo. El viaje se convierte aquí en algo complejo de explicar y aparecen momentos que nos hacen recordar el sufrimiento que padecieron millones de personas en viejas guerras y en la opresión sufrida por la sin razón de sistemas totalitarios.
Mi viaje por Ucrania tuvo lugar en el verano de 2013 , por aquellos tiempos yo desconocía que apenas unos meses más tarde empezarían los dramáticos hechos que llevarían al país a sufrir la excisión de Crimea y el constante conflicto con el Este del país. Yo viajaba feliz con mi mochila al hombro y atravesaba el país de norte a sur en trenes que me recordaban al Transiberiano. La Ucrania que estaba recorriendo era un lugar olvidado que no salía nunca en los medios y por aquellos tiempos parecía imposible pensar que unos meses más tarde abriría los titulares de medio mundo.
La mirada de Ucrania a la Unión Europea se cruzaría con los recelos de una Rusia que de nuevo mira con nostalgia el pasado soviético y que siente de lleno los avances de Estados Unidos en el patio trasero de una zona que hasta no hace mucho era de total dominio e influencia rusa.
Hoy, en Otoño de 2014 miro aquellas fotos con cierta nostalgia y con los entrañables recuerdos de aquel viaje. Mi viaje por Ucrania se planteaba como una nueva etapa para seguir profundizando en aquellas lejanas tierras que formaron parte de la ya extinta URSS. La antigua Union Soviética era, es y sigue siendo un viaje constante e inacabado que permite seguir mirando de cara a los ecos de la Historia del siglo XX.
Las campanas de aquellas tierras resuenan continuamente en mi conciencia desde la caída del Comunismo y esa curiosidad se ha mantenido constante.Los recuerdos que tengo de Kiev se cruzan con muchas lecturas y también con el peso de su propia historia. La capital ucraniana representaba ( y representa) ni más ni menos que el centro neurálgico de la cultura eslava. No debemos olvidar aquel dicho ruso que dice » San Petersburgo fue cerebro de Rusia, Moscú es su corazón , pero Kiev es su madre».
Con esos impresionantes antecedentes me sumergía en las calles de una de las capitales más desconocidas del Este. Abro la libreta y veo de nuevo los colores de Kiev que se entremezclan con demasiados recuerdos en blanco y negro.
La ciudad me recibe con el color de unas iglesias que se mimetizan con el azul inmaculado del cielo y con el verde de los árboles. Los trazos de la canción de Chatwin se mezclan aquí en una nebulosa del tiempo donde van apareciendo reflejos en blanco y negro que reviven el llano y dolor de la propia Historia.
Camino sin rumbo fijo por una ciudad que se me planta en la cara con algunos de los hechos claves del siglo XX. Avanzo por calles y me siento extraño al ir en busca de unos caminos llenos de sufrimiento y dolor. Las punzadas en el estómago me vienen de lleno cuando siento el enorme peso de la Historia que tengo enfrente al encontrarme con los recuerdos del Holodomor, las fraticidas luchas de la Segunda Guerra Mundial ( que aquí se llama Patriótica) o el trágico accidente nuclear en Chernóbil….
Hoy la cita es: Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia. Aldous Huxley