Cuando era pequeño las imágenes que uno tenía de Moscú (distorsionadas o no) iban del rojo del comunismo, de la hoz y el martillo a las caras Perestroikas de Gorbachov con su mancha en el pelo a la del borracho Yeltsin, de la ausencia de bienes occidentales a las nevadas inmensas que salían en el telediario cada invierno, de los pocos coches a los desmesurados paseos de misiles por la plaza roja. También como es lógico por el papel de malos- malotes en todas las pelis, sobre todo en esas de espías que siempre me han fascinado y en las que el amigo James Bond hacia de la suyas y donde siempre se iba con la guapa rusa que dependiendo del argumento era muy buena persona o una mala malísima.
Lo cierto es que a mi los rusos y la madre Rusia siempre me han parecido un pueblo interesante al que siempre he querido conocer , y creo que no hay mejor manera que hacerlo en el más legendario de los trenes , un Transiberiano donde la vida fluye atravesando la inmensidad de su territorio. Tengo que decir que entre mis cuentas pendientes es profundizar en la rica literatura rusa, es algo que está en espera entre mis lecturas, tengo aparcados los clásicos salvo algunas cosas que he leído de Gogol y Pushkin.
Así que el Transiberiano es para mi la mejor forma de conocer en una primera visita parte de la Madre Rusia, tras la caída del muro de Berlín, y el desplome de la Unión Soviética esa parte del planeta y sus amigos del mundo vestidos o teñidos de rojo por creencias o por la fuerza (y / o el miedo) dejaba de tener sentido y actualidad. Es más , ahora los rusos pasaban a comprar equipos de fútbol, empresas o las casas de la Costa del Sol y de un mediterráneo destrozado por el turismo de masas cambiando la imagen que muchos nos hicieron creer de un pueblo tan lejano como fascinante e interesante.
Cuando uno va a ir a Rusia le vienen en ensoñaciones algunas imágenes de esas que ha visto por la tele. Muchas de ellas se parecen sin duda en la realidad, pero otras se recrean en un mundo nuevo cuando el viajero puede estar sobre el terreno, y puede oler , ver , sentir y entender algo o nada del lugar al que su curiosidad le ha llevado.
Dejábamos atrás la bella y monumental San Petersburgo para ir a la capital rusa, Moscú pese a la desintegración soviética sigue ejerciendo como centro de todo lo que acontece en esta parte del mundo, una centralización que pasa no solamente por la política , va ligada al control económico y geoestratégico de una parte del mundo que abraza Asia Central y se extiende por ex repúblicas que hoy como ayer son un crisol de razas, lenguas y culturas muy desconocidas para la mayoría del mundo Occidental.
Pero el mundo de hoy como el de antes va teledirigido por intereses económicos y estratégicos, y de eso hay mucho en esta parte del Planeta : las materias primas , la energía y una posición estratégica entre Oriente Próximo y gigantes como Afganistán, Pakistán, India y China hacen sin duda de Rusia y sus países satélites un punto caliente del planeta, tengo que reconocer que siempre me ha interesado esta parte del mundo, me gusta leer en Internet y en libros, siempre he estado fascinado por los pueblos y las culuras que atravesaba la legendaria Ruta de la Seda (atraviesa algunas de esas ex repúblicas), yo ya había leído algo de ello y me fascinaban las historias en libros de mis admirados escritores viajeros Robert D Kaplan en su Rumbo a Tartaria y en Colin Thubron en Entre rusos, En Siberia y en el Corazón Perdido de Asia. Como esos maestros sin duda el viajar ayuda a entender o al menos a intentar abrir los ojos ante diferentes realidades.
Llegar a Moscú tras dejar San Petersburgo iba ligado a nuestro primer viaje en tren , máquinas y vagones en esas vetustas estaciones de tren donde el viajero se siente feliz, esos viajes que ayudan a conocerse a uno mismo, donde el espacio y el tiempo parecen haberse detenido, para muchos de los viajeros inocentes que decía Mark Twain el tren es sin duda una forma romántica de viajar ( quizá la más romántica de todas), entrar en los vagones cuando el revisor te chequea el pasaporte y un billete del que no entiendes nada, vagones con interiores de madera, con compartimentos llenos de familias, con comida apilada en las diminutas mesitas al lado de la ventana, maletas que chocan entre la gente, camas superpuestas en compartimentos , olores extraños en un ambiente que fascina a un tipo de viajeros interesados en gentes y experiencias, sin duda ya se intuían muchas de las historias que íbamos a vivir en el interior de unos trenes que nos iba a llevar hasta las costa de China.
Nuestra entrada en el primer tren ruso fue sin duda alegre y risueña, estábamos felices de estar iniciando una aventura y el sueño de la magia del Transiberiano, un destino de viaje que siempre parecía muy lejano y distante como era Moscú. Instalados ya en nuestros compartimentos, proseguimos unas horas entre las tras conversaciones alegres y el disfrutar de nuestra primera cena en el vagón restaurante , la miradas y las risas de la gente se unía a nuestras sonrisas de felicidad , quien sabe si ellos se reían por curiosidad, por lástima o por afecto de dos personas que se enfrentan a no entender nada en absoluto de lo que les dicen, el tren avanzaba en la penumbra de una inmensidad que ya se intuía, una noche en la que dormimos pese a los renqueantes sonidos de un tren que avanzaba a buen ritmo, como en una obra de teatro en la que se baja y sube el telón llegamos a Moscú y se abría ante nosotros una nueva experiencia, la estación parecía sacada de unas imágenes de la guerra, los incendios que sacudían los alrededores de la capital inundaban el cielo y recibían a los viajeros con un olor y penumbra triste y grisácea, y los cientos de personas que nos bajamos del tren recibíamos una masa de humo y polvo que se asemejaba a la neblina posterior a la barbarie de un conflicto bélico.
Canjeamos nuestro billete para Kazan en una ventanilla de la estación donde nos atendía una arisca señora que nos pedía el pasaporte, eran las 6 de la mañana y la ciudad estaba inundada de un entorno fantasmagórico, alcanzamos la salida de metro, a nuestro alrededor en las escaleras yacían algunos mendigos y borrachos, muchos cientos de personas caminaban a nuestro alrededor arrastrando bultos y maletas, tras un par de minutos en las entrañas del suelo moscovita llegamos a un monumental atasco donde se agolpaban decenas de personas ante las taquillas del metro, en el medio aparecían revendedores de billetes, sorprendidos por el caos y la falta de orden nos tocaba esperar, tras unos 20 minutos y sufrir algunos gritos y empujones conseguimos nuestros preciados billetes, el metro de Moscú está considerado como el más bonito del Mundo, sin duda que los pórticos, las esculturas y la decoración en general son fabulosas, pero no destaca en lo que se refiere a facilidad de uso para los turistas extranjeros.
Pese a todo llegamos sin problemas a nuestro destino , dentro de vagones semivacíos con nuestras mochilas aún cansados y sorprendidos por los primeros momentos en la capital, el ambiente era apocalíptico, avanzábamos atravesando pasillos vacíos, subiendo escaleras sin nadie a nuestro alrededor , viendo las tiendas del metro cerradas a cal y canto, nuestro destino era el Napoleón Hostel, a la salida del metro en la calle se nos aparece un individuo de sospechosa actitud que nos indica que debemos ir en taxi a nuestro hostel ( el cual estaba a escasos 100 metros en la calle paralela), rechazamos su ofrecimiento y llegamos a nuestro destino.
Uno de los rasgos que a primera impresión se lleva el viajero que llega a Rusia es la falta de orientación al cliente, el trato muchas veces brusco y rudo hace que el viajero deba luchar con unos modos de hacer que siguen recordando al del estado subvencionador de todo, pero tras esa primera fachada gris se esconde un pueblo hospitalario, unas gentes que han sufrido como pocos y que cuando te ven les puede invadir una gran curiosidad que hace que abran su corazón como pocos y te muestran la fascinante hospitalidad ante la vida.
En el Napoleón Hostel nos esperaba un gracioso recepcionista con cara de pocos amigos, el Hostel era de calidad aceptable, pero muy alejado del sevicio y trato de los hostels que pueblan el planeta, con suerte pudimos ducharnos y dejar nuestras mochilas a esas primeras horas de la mañana, lo cual todo sea dicho de paso se agradece, la contraseña de la wifi no podía ser de otro modo que algo relacionado con Rusia, su password nos hizo reir pues era Vodka, sin duda una ironía de nuestro recepcionista que tras dejarnos volvía a dormir quizá durmiendo una resaca de la popular bebida.
Con ganas de explorar durante dos breves días la capital salimos a la calle, los desayunos en esta zona de la ciudad son a precios elevados, superiores a la mayoría de las capitales del mundo, hoy en día Moscú ejerce como capital mundial en lujo, derroche y millonarios, y muchas de las calles del centro así como sus establecminetos tienen precios poco asequibles para el ciudadano medio, aún así disfrutamos de unos buenos café . En menos de 10 minutos llegamos a la famosa Plaza roja, con la niebla espesa y un olor extraño por los incendios de los alrededores nos encontramos en uno de los centros de poder del planeta, el Kremlin, la Catedral de San Basilio y el mausoleo de Lenin eran lo que podíamos ver a nuestros alrededor. Uno de esos destinos lejanos que la televisión mostraba y que ahora sentíamos nosotros, los desfiles militares de antaño han dejado de lado a centros comerciales de lujo y a los turistas que invaden esta parte de la ciudad.
Pudimos entrar a ver al embalsamado Lenin, entre unas medidas de seguridad extremas, donde hay que dejar hasta los teléfonos móviles, en el ex imperio rojo no quieren que se saquen fotos del personaje, todo parece sacado de una película de serie B, los jóvenes reclutas protegen el lugar con miradas frías e imperturbables, los turistas pasean alrededor de un muerto que lleva decenas de años en la misma posición, todo ello en la penumbra y la oscuridad que me llevaron a pensar que estaba en uno de los lugares más extraños y sin sentido que había visto en mi vida, en fin, una de esas cosas que casi todo el mundo que pasa por Moscú hace.
Lo primero que sorprende al viajero al pasear por las calles es ver la cantidad de coches de lujo que hay en la ciudad, sin duda que las marcas de automoción tienen un filón en la capital moscovita, Audis A8, Mercedes de alta gama, BMW impresionantes, Hammers , Todo Terrenos Q7 y un sin fin de coches que no conozco ni me importan cruzan a velocidad de crucero o de vértigo las inmensas avenidas de la ciudad, en muchos casos se reflejan las diferencias sociales de la ciudad cuando uno de esos coches lujosos se para en un semáforo al lado de un Lada, en un lugar y en reducido espacio conviven dos mundos, el de un pasado lleno de estrecheces y el del presente donde algunos pocos pueden derrochar dólares y ostentan de tener, puedes ver a muchos de ellos en coches de lujo y entrando al Mcdonalds a por un Happy Meal, sin duda que ver abrazar el capitalismo extremo a muchos moscovitas es una de las cosas que más llaman la atención en la visita a la ciudad.
Pasear por Moscú se hace menos agradable que por San Petersburgo, aunque obviamente resulta sumamente interesante, pudimos disfrutar de la catedral de San Basilio, de la belleza del Kremlin con sus edificios religiosos, pasear casi en solitario por la bella ribera del río Moscova , explorar y descubrir callejuelas y muchas bellas estaciones de metro, pero creo que sin duda lo que me gusto de Moscú es ver el humilde museo de los crímenes estalinista en los inhumanos Gulag que magistralemente definía Alexander Solschenitzin, pasear una tarde por el parque – museo de las esculturas sirve para reflejar un mundo que ya no existe, un mundo que ha pasado del terror, del control y la sumisión al partido a un poder que siguen teniendo los de siempre.
Moscú, capital de Rusia y sin duda un lugar muy recomendable para visitar, un lugar que no deja indiferente a nadie, es un símbolo del mundo y ahora ha pasado de la hoz y el martillo al color del dinero. Una ciudad que me gusto visitar y de la que deseaba huir en busca de paisajes, paisanajes y aventuras.
Hoy la cita es:
´El dinero es como el estiércol: no es bueno a no ser que se esparza´ Francis Bacon
Me alegro de que te haya servido. Si necesitas cualquier cosa me dices. A mi personalmente me gustó mucho más San Petersburgo, no obstante Moscú tiene mucha Historia y pasear por sus calles a veces es hacerlo a través de los ojos de del pasado comunista y de sus contradicciones actuales.
Hola Iván,
La verdad es que este post me ha venido al pelo, ya que unos cuantos estamos planeando un viaje a Moscú y nos estas poniendo los dientes bien largos, jeje.
Muchas ganas hay de ir para allá!
Hola Roberto, encantado.
Moscú es una ciudad que bien merece una visita, parte del siglo 20 ha ocurrido bajo sus directrices.
El tema de ostentar, el dinero, y los nuevos ricos es algo que ayuda a ver y entender lo que ocurre cuando se caen ciertos gobiernos totalitarios, y es que al final suele ir siempre a manos de los de siempre.
Al igual que en China me dejaron perplejo algunas situaciones de la gente y su consumismo extremo
San Petersburgo me parece mucho + bonita, aunque Moscú refleja muchas de las cosas que deseaba ver
un saludo
Hola Ivan, soy Roberto de El Guisante Verde Project, y llego aquí de la mano de Maribel, la otra mitad del guisante…
Me gusta mucho la cita que pones al final, y el título del post, porque es la impresión que causa Moscú. Llevamos tiempo aplazando un viaje allí, tal vez por miedo a la decepción, aunque se que tarde o temprano acabaremos por esas calles.
La reflexión socio-económica, chapeau.
Saludos!