Siempre se siente una curiosa emoción cuando vas a lugares sobre los que has leído y / o soñado. Por extrañas razones intuía hace años que iba a conocer algunos de los lugares que leí en libros de Kaplan y Thubron, por esas mismas corazonadas sabía que el Transiberiano iba a ser un viaje especial, y que ese legendario viaje lo iba a hacer con una persona super especial, como finalmente ocurría con Claudia. El caso es que comenzábamos un nuevo viaje al dejar atrás las experiencias vividas en dos ciudades tan dispares como San Petersburgo y Moscú. Con la mirada por delante y miles de kilómetros por recorrer empezábamos nuestro rumbo a Siberia con una parada en Tartaria. Nos alejábamos así de las dos ciudades más europeizadas de Rusia, dejar atrás ciudades que has visto en fotos o noticias de televisión para adentrarnos en las profundidades de la inmensa Rusia, miles de kilómetros en tren , atravesando el país más extenso del planeta con todas sus paisajes ,contradicciones, sus miserias, grandezas, culturas y diferencias. De estar mirando a Finlandia en Peterhoff a irnos a las entrañas de una Rusia que tiene más en común con Asia Central que con el Este de Europa. Churrchill decía aquello de que «Rusia es una adivinanza, envuelta en un misterio, dentro de un enigma« y la verdad es que íbamos en busca de esas diferencias llenas de encanto y belleza, unos misterios que se acoplaban en nuestros corazones y que nos hacían sonreír por nuestra pasión por la aventura, los viajes y lo desconocido.
Dejar Moscú estuvo lleno de experiencias hasta el último momento, entramos en el metro y escuchamos como comentaban algo en ruso por los altavoces de la estación, sin entender nada y por razones de fuerza mayor todos los viajeros se bajaron del tren al que nosotros entramos, al mirar a nuestro alrededor estábamos dentro de un vagón desierto que no se disponía a partir, al darnos cuenta de ello salimos , pero uno de nosotros se quedaba dentro, como en una película intentamos abrir las puertas, en un espacio de dos segundos pudimos ver como la puerta estaba cerrada a cal y canto y uno de nosotros estaba dentro y otro fuera del tren, o bien por la fuerza o por suerte se abría la puerta del tren y pudimos juntarnos de nuevo. La línea que debía llevarnos a la estación estaba cerrada por motivos que no entendímos, así que tuvimos que hacer varios enlaces para llegar a la nuestra estación de tren desde donde partía nuestro tren a Kazan. En la estación de tren observamos a diversos buscavidas y carteristas intentando hacer su agosto, mirábamos a nuestro alrededor y no veíamos ningunos viajeros, parecía que no había extranjeros en la estación, de vez en cuando algunas miradas se cruzaban con las nuestras.
Montar de nuevo en el tren era repetir el procedimiento, mochila al hombro mostramos nuestros tickets y pasaportes que son chequeados por el personal del tren antes de poder entrar al interior , estos momentos se convierten sin duda en toda una experiencia, volvemos a estar dentro uno de los míticos trenes rusos, con sus alfombras en el suelo, compartimentos kupé con capacidad para 4 personas, viajeros con destinos diversos , azafatas con uniformes a los que el paso del tiempo va desgastando el color, legendarias paradas del Transiberiano con señoras que con platos cocinados en casa ejercen de vendedoras ambulantes, el especial vagón restaurante con sus flores de plástico en manteles usados donde volvemos a saborear un estupendo escalope con patatas para cenar con cerveza , las miradas de los viajeros locales se vuelve una constante, unas veces con curiosidad, otras con una sonrisa, en algunas con la búsqueda de unas palabras traducidas que nos ayuden a poder comunicarnos. Pese a las dificultades idiomáticas se puede decir que somosmuy felices con todas las experiencias que estamos viviendo en el tren, suponemos que ayuda eso de estar realizando y viviendo un sueño personal, pese a los problemas del idioma no paramos de reír.
Nuestra nuevo destino era Kazan, la bella capital de Tartaria nos esperaba, llegamos a la estación tras un viaje de muchas horas, de nuevo nos tocaba en compartimentos separados, mientras a Claudia le toca con una señora y dos estudiantes que hablaban inglés a mi me tocaba por compañeros a unos jóvenes con los que me comunicaba por signos y en algunas ocasiones mostrándoles palabras de la guía en ruso, siempre me cruzaba con sus risas y el omnipresente niet ruski ( no ruso) que yo decía cuando ellos hablaban conmigo. A primera hora de la mañana sobre las 8 llegamos a Kazan, en la taquilla de estación canjeamos los billetes de tren que nos llevarían al día siguiente hasta la lejana Siberia.
Llegar a Kazan a primera hora nos permitía ver el discurrir del día desde la mañana , lo primero que nos llamó la atención es que ya desde el andén de la estación se notaba que estábamos ante un ambiente mucho más provinciano y de una cultura totalmente diferente a la que pudimos sentir en los días de San Petersburgo y Moscú. Desde el inicio se ve que las miradas de algunos lugareños se cruzan con las nuestras, en sus rostros se muestra la curiosidad o asombro al ver a dos jóvenes con aspecto occidental y mochilas a la espalda. Buscamos un hotel cercano a la estación y tras preguntar a un lugareño llegamos al Hotel Milena , el personal del hotel nos miraba como si dos extraterrestres llegaran de otro planeta, dos mochileros aterrizando en la recepción de un hotel con un toque soviético, allí había 3 personas, aunque solamente una trabajaba, las otras dos parecía que estaban en el recreo del colegio y no paraban de cuchichear y reirse . Tras chequear nuestros pasaportes, visas y ver que nuestros rublos eran de verdad nos dieron las llaves de nuestra habitación, las chicas no dejaban de quitarnos ojo, parecía que nunca habían visto un extranjero.
Lo primero que hicimos tras la obligada ducha fue ir al mercado de la ciudad que se encontraba a escasos metros de nuestro hotel, entrar en un mercado de Tartaria era como atravesar un túnel del tiempo y adentrarse en un fascinante lugar donde casi nada tenía que ver con lo que habíamos visto antes, mujeres con sus pañuelos, rostros que mostraban orígenes diversos, creyentes musulmanes mezclados con ortodoxos y algunos ateos, vestidos y looks de hace muchas décadas, baratijas que se cruzaban con ropajes falsificados. Todo ello durante el transcurso de la hora que allí estuvimos nos supuso un viaje a otra época y otros mundos.
En Kazan desde el primer momento nos dimos cuenta de que muchos de los lujos de Moscú y San Petersburgo quedaban atrás: aceras y carreteras llenas de baches, ropas humildes, coches que ya no eran berlinas de importación , sencillez y humildad de las gentes que denotaba una vida mucho más simple, dura y natural que la que nos había sorprendido en las calles de la capital. En una esquina nos sorprendía el olor a panes recién hechos, nos encontramos con una humilde mezquita de color verde, un coche con más de 30 años estaba siendo arreglado y detrás de nosotros una niña corría por la calle mostrando una sonrisa en la que los ojos azules se diluyen con un rostro mezclado por innumerables cruces de pueblos, razas y culturas.
Caminar nos lleva a encontrarnos con una mayoría de población con marcados rasgos turcos y de Asia Central. La influencia musulmana tanto en religión como en arquitectura es algo que se nota desde el primer momento por toda la ciudad, parece que convive placidamente con la población ortodoxa y católica. Parece que estamos tan lejos y a la vez tan cerca de Moscú, se nos hace extraño pensar que ayer por la tarde paseábamos por la Plaza Roja, donde el lujo se mezclaba con las riadas de turistas.
La parte vieja de la ciudad es Patrimonio de la Humanidad, calles empedradas que nos llevan al Kremlin , a la catedral de la Anunciación, a maravillarnos ante el azul y blanco de la mezquita de Kul Sharif, todo ello forma un enclave precioso que nos maravilla , es sábado y la ciudad está invadida por cientos de parejas que han elegido el día para casarse, resulta aún mucho más curioso que en San Petersburgo , decenas de parejas y cientos de personas se agolpan en los alrededores: en escalones, en calles, en iglesias, delante de miradores o árboles para sacar fotos o simplemente descansar. A nuestro lado aparecen novios con trajes blanco impoluto para ellas y blanco amarillento para ellos, las corbatas de los chicos parecen sacadas de un comic o una película de serie b, nos reímos ya que somos los únicos turistas y parecemos invitados en los numeros envites, algunas familias nos miran y se ríen mientras sacamos fotos. Nos da tiempo para pensar, sobre sus vidas, sobre las nuestras, sobre las diferencias de vidas y de mundos, también penamos lo que para muchos sigue significando el día del matrimonio y la fiesta alrededor de las bodas. La mayor parte de de las parejas que tenemos delante son extremadamente jóvenes, podemos intuir sin equivocarnos que están rondando la veintena, puede ser que estemos viendo imágenes que pasaban en España hace 30 años, no sé si realmente estamos en 2010, pues todo a nuestro alrededor parece un salto en el tiempo.
Entramos en la mezquita tras el pago simbólico de unos 20 céntimos de euro, nuestro calzado debe ir protegido por bolsas de plástico, las fotos están prohibidas en el interior , se puede ver como la mayoría de los visitantes son de religión musulmana, el lugar es extremadamente bello , a nuestro lado se agolpan muchas familias con facciones de diversos pueblos de la inmensa Rusia . A la salida nos resulta curioso el crisol de personas que nos rodean, jóvenes en minifalda se cruzan con mujeres totalmente tapadas que salen de rezar, algunos de los familiares entran o salen de los enclaves religiosos, otros simplemente esperan mientras los novios se sacan fotos. A lo largo de la ciudad pueden verse así mismo como diversas limusinas ejercen como medio de transporte de las parejas en tan singular día, resulta muy curioso para nosotros pensar en el gasto que deben estar haciendo los novios y las familias en alquilar estos coches de lujo.
Al llegar la hora de comer entramos en un restaurante popular y familiar en la parte vieja de la ciudad, el horario es más propio de España que de la lejana Rusia, a las 15.30 h pedimos nuestros platos y saboreamos un excelente plato de carne acompañado de sabrosas sopas y ensaladas locales, todo ello regado con un excelente té. Desde el inicio notamos las risas de la familia del fondo del restaurante, tras varias dudas por su parte se nos acercan y nos piden que nos saquemos fotos con sus hijos, sin duda estamos en otro mundo y resultamos toda una atracción en el local.
Kazan es una ciudad que merece la pena visitar, perderse caminando por sus calles, disfrutar de la arquitectura de su parte antigua donde los edificios religiosos se acoplan a enclaves históricos y a plazas presididas por estatuas de un pasado que ya no existe. Siempre recordaremos los colores blanco y azul de la mezquita que se prolongan en el ambiente, mostrando la cercanía de una agradable ciudad tan lejana como acogedora.
Hoy la cita es:
«En Rusia no hay caminos, tan sólo direcciones»Proverbio ruso
Hola María, gracias por tu comentario. El Transiberiano no es un viaje sencillo, la burocracia y los problemas con el idioma ruso son notables, no obstante es una experiencia altamente recomendable, un saludo, Iván
LLegué hasta aquí desde Yokmok. Enhorabuena por la entrevista y por le blog, después de ller este post me dan ganas de ir ya mismo.
Saludos
M.Eugenia
Ya te digo Juan, muchas vivencias y experiencias en todos esos Km recorridos
«El arte de viajar de mochilero» ese podría ser el título un libro… Buenas fotos y relatos, dan ganas de colgarse la mochila y salir de la rutina. Un abrazo