Hay un viejo proverbio ruso que dice aquello de que «San Petersburgo es la cabeza de Rusia, Moscú es su corazón, pero Kiev es su madre». Durante las últimas semanas hemos visto las protestas ciudadanas en Kiev , entre medias está el acuerdo y elección entre la integración económica del país ucraniano en Europa o en Rusia. La importancia del comercio y el dinero en cualquier decisión geopolítica parece evidente, pero aquí estamos ante algo mucho más profundo y complejo que la mera disputa económica.
Rusia siente a Ucrania como algo muy propio, quizá es algo mucho más evidente y lógico que el sentimiento imperial que ejerce con respecto a otras ex repúblicas soviéticas. Y resulta algo muy claro que los sentimientos de Ucrania vayan muy ligados a la inevitable relación de amor y odio con Rusia.
Por citar solamente dos claros ejemplos conviene pensar en lo que son dos ciudades como Sebastopol o Dnipropetrovsk. El hoy apacible puerto de Sebastopol sigue siendo una base naval rusa al menos hasta la mitad del presente siglo XXI. Aquel puerto clave del Mar Negro es hoy una ciudad de vacaciones que sigue estando directamente ligado con la idiosincrasia rusa y su importancia militar. Un lugar ese de Sebastopol que hasta hace dos escasas décadas tenía su acceso prohibido a los visitantes de cualquiera de las grandes potencias occidentales.Crimea es territorio de Ucrania, pero allí se siente una situación especial de protectorado con la presencia que Rusia sigue teniendo allí.
La hoy degradada ciudad industrial de Dnipropetrovsk fue hasta hace varias décadas parte del engranaje militar soviético con la fabricación de cohetes, misiles y artefactos similares. Por lo tanto cuando uno pone Ucrania en el contexto actual debe tener claro que estamos ante un país realmente complejo donde el pasado y presente tiene una fuerte conexión con Rusia. Y es al hablar de futuro cuando entra de lleno la diversidad de opiniones, mientras una parte de la población mira a las supuestas democracias sociales de una vieja Europa que se tambalea, otra parte de Ucrania mira a la actitud protectora y dominante de esa Rusia que sigue siempre omnipresente.
Decidí viajar a Ucrania para sentir en mis carnes la Historia con mayúsculas, el país está alejado de todas las rutas trilladas del Este y estaba desde hace años marcado con letras de oro en mi lista de destinos a descubrir. Como muchas otras veces he comentado, el perderse por estos territorios de la antigua URSS sigue siendo como viajar en el tiempo. Viajando por esta parte del mundo te sientes como dentro de un libro abierto donde a cada paso que das puedes entender hechos claves que han pasado en los últimos cien años.
Pude sentir un cosquilleo en el estómago desde el primer momento que llegué a Ucrania y debo confesar que esas sensaciones se mantuvieron hasta que lo abandoné. Llegué al país con un tren nocturno que me llevaba desde Cracovia a Lviv. Ese viaje iba a marcar el inicio de otra aventura que de nuevo me permitía encontrarme de lleno con el mayor cambio geopolítico y económico del pasado siglo: la caída de la antigua Unión Soviética y los nuevos estados que de allí salieron.
Viajando a Ucrania iba a encontrarme con algunos de los hechos más dramáticos que ha sufrido Europa y la vieja URSS en el pasado siglo. Sentir el recuerdo del desconocido genocidio del Holodomor me iba a permitir entender aquello que había leído sobre la gran hambruna ucraniana provocado por el tirano Stalin. Pero también iba a revivir la memoria de la Segunda Guerra Mundial que aquí se llama Gran Guerra Patriótica. La dramática catástrofe de Chernóbil marcó un punto de inflexión en el desmoronamiento de aquella roja despótica Unión Soviética. Todo eso y mucho más tenía por delante en un país que permanece indiferente para la mayor parte de nuestra sociedad occidental.
Pero sobre todo iba a entender Ucrania a través de los rostros de sus gentes, desde los ojos cansados de sus sufridas abuelas hasta el de las nuevas generaciones de estudiantes y profesionales. Y al igual que me ocurre en otros países del Este se ve todavía como siguen presentes algunos de los recuerdos y formas de hacer del antiguo sistema comunista. Aquellos recuerdos conviven de nuevo con la mirada de esperanza que transmite en muchos casos la gente joven. Entre medias el sistema corrupto, los intereses de los poderosos y el sufrimiento de los débiles.
Los caminos recorridos me irían marcando de nuevo un fascinante encuentro con el aprendizaje que provoca pisar el terreno para ver con mis propios ojos el cambio que en esa parte del mundo se está procediendo. Resuenan todavía los ecos de aquel gran viaje y es ahora cuando pienso de nuevo en esa Ucrania que como bien su nombre indica es un cruce de caminos.
Siento revivir la llama de la aventura al cruzarme una vez más con las vivencias de aquellos viajes que desde niño siempre soñé realizar . Y ahora vuelvo a los caminos de Ucrania para sentarme a mirar el horizonte con ese libro abierto que es el mundo real. Justo enfrente tengo el cielo azul de una legendaria Crimea donde se mezcla el antiguo recuerdo griego en la histórica ciudad antigua de Chersonesos y la influencia rusa que sigue marcando el presente y futuro de la vieja Ucrania.
Hoy la cita es: «Rusia es una adivinanza, envuelta en un misterio, dentro de un enigma» Winston Churchill
Los que viajamos con billete de vueltas (casi todos) solemos dejarnos algo sin ver en cada país. En mi caso (2013) me deje, por desgracia, Crimea. Hoy me arrepiento, desde luego. Eso, si, al menos disfruté de Transnistria, otro rincón silenciado por la historia oficial.
Saludos!
Hola Jesús. Fue un viaje muy interesante. En efecto, todo un cruce de caminos, en Liviv se respira otro aire. Decirte que Kiev me gustó mucho y en Crimea uno entiende la influencia rusa, tanto en Historia como en población. Un abrazo viajero
Comparto tus líneas, he estado en Ucrania (además también hice la ruta de Cracovia-Lviv), y la verdad es que notas como está a mitad de camino y no acaba de aclararse. Algunos amigos ucranianos nos comentaba que la parte occidental mira a la UE y la oriental a Rusia y que tienen miedo de una posible des-unión del país.
Volver a Ucrania pronto es algo que me encantaría hacer, todavía no he tenido el placer de caminar por Donesk, conocer Kiev o dejarme seducir por Jarkov.
Saludos,
Jesús