La Union Soviética ocupaba una superficie colosal, algo así como la quinta parte de la masa terrestre, solamente con mirar un viejo mapa impresiona. Un mundo bipolar que estuvo durante mucho tiempo rigiendo la vida en el Planeta Tierra. La antigua URSS era una colosal masa terrestre que tuvo a la hoz y el martillo como símbolos , todo ello dentro de la bandera con un color obviamente rojo. Mientras Jack Kerouac recorría Estados Unidos «on the road» apenas ningún extranjero podía viajar y mucho menos moverse con libertad por la URSS. Aunque siempre había excepciones contadas como fue la aventura de Dominique Lapierre que da lugar a un libro que estoy disfrutando ahora mismo : «Érase una vez la URSS».
En mi caso ya pude sentir la inmensidad del antiguo territorio soviético a bordo del legendario tren Transiberiano. Este año lo hacía en avión, y el trayecto era un vuelo de 6 horas desde la capital de una república báltica ( Riga) a la capital de una república centro asiatica ( Tashkent). La antigua URSS y ese caos étnico, religioso y de pueblos tan dispares como fascinantes. En definitiva un viaje a uno de esos lugares con unas formas de ver la vida tan diferentes a los de la sociedad occidental.
De una Riga con aires centro europeos pasaba a una Tashkent que navega en tierra de nadie a lomo entre el pasado, el islam reprimido, los recursos naturales y el caos. Ya hace veinte años desde que la URSS se hizo pedazos y la independencia (!!) llegaba a estas repúblicas centro asiáticas que viven con identidades prefabricadas sobre fronteras artificiales. Todo ello con el transcurso de los años va dando paso a un enorme caos geopolítico, étnico, religioso y de identidades . Y como no , a lomos de un estado de corrupción constante y donde en tu viaje uno mas uno no suelen ser nunca dos. Y es que las matemáticas son ciencias exactas en muchos lugares pero aquí tienen unos factores que siempre alteran el resultado final.
El desconocimiento occidental por esta parte del mundo es algo evidente. En los casos de las repúblicas centro asiáticas, sus capitales no suenan ni al ciudadano ni al turista ( o viajero) medio. Nombres como la citada Tashkent, o Almaty y Biskek, son nombres que nunca aparecen en las ofertas de vuelo de Internet, tampoco lo hacen en los letreros de las pocas agencias de viaje que van quedando en nuestro mundo occidental. Hay en nuestra sociedad espacio para ofertas de un crucero por el Báltico con escala en San Petersburgo, también para esos cada vez mas vistos vuelos baratos a Beijing o Bangkok, pero de vuelos a Asia Central nada de nada. Y es que muchos de los nombres de esta parte del mundo a veces parecen fantasmas propios de unos pueblos tan lejanos como desconocidos.
Tashkent era la extraña e inclasificable ciudad que iba a ser mi puerta de entrada y de salida en este viaje. En pleno mes de agosto las temperaturas eran extremadamente altas, la barrera de los 40 grados se sobrepasaba diariamente, y parecía mas la puerta de entrada al infierno que un viaje de aventura. Una de las primeras impresiones que tuve es la de encontrarme como dentro de un viaje en el tiempo. Empezaba a experimentar una mezcla extraña de sensaciones que interiormente me decían que quizás no era la mejor época para realizar este viaje, pero como en tantas otras ocasiones era el destino quien se empeñaba en citar el momento.
El ambiente del hotel me llevaba a recordar otros tiempos, a imaginar aquella época de espionaje, de paranoia colectiva ante el miedo al diferente, al partido, a la KGB y a una burocracia instuticionalizada en cualquier lugar. Sobriedad, cuadros tristes, grandes pasillos, enormes salones que no parecían predispuestos para alojar huéspedes o dar de comer a comensales. Me parecían espacios donde se pasaba lista a regimientos de militares o burócratas cuadrados por el mismo patrón y dispuestos a decir SI a todo lo que viniera desde la capa alta de esas escalas pirámidales que tanto detesto .
Todo ello adornado con un viaje en el tiempo, un navegar desde el agosto de 2011 al cercano pasado donde con mando tele dirigido y mano firme se gobernaba. La base de operaciones estaba a miles de kilómetros en una lejana Moscú que con puño de hierro vigilaba cualquier parte del vasto imperio. El ambiente del hotel era regulado por el inseparable color del paso del tiempo y el declive de un sistema que con cuentagotas acoge a unos viajeros interesados en explorar nuevas tierras y en buscar quizás algunas de las piezas de un pasado que hizo grandiosa a estos enclaves de la Ruta de la Seda. Un alma que ya no existe, pero que se va persiguiendo en busca de uno mismo o de los sueños proyectados desde la mágica historia de un libro.
Tras dormir toda la mañana por el lógico cansancio de los diversos vuelos desde España me dispuse a salir y explorar levemente la ciudad. La plaza de Amir Timur fue mi primer encuentro con la realidad de la capital uzbeka, la primera imagen era la soledad de la calle y el encuentro directo con un sofocante calor que marcaba la friolera de 45 grados. En esos momentos uno no sabe que hacer, volver a la habitación o ponerse a caminar con sufrimiento buscando las sombras. Pero bueno, tras sentirme fresco y totalmente descansado creí que lo mejor era disponerme a caminar y dejarme llevar durante lo que quedaba de tarde. Tras ver las proporciones desmesuradas de la plaza, de las avenidas y de los cercanos edificios ( hay que ver como les gusta a los totalitarismos eso del gigantismo) me puse rumbo a lo que veía en la distancia: una avenida y posteriormente el metro .
En Uzbekistán no hay cajeros automáticos, hay que venir con provisiones de euros y/o dolares para acudir al mercado negro. Ya se sabe eso de que en dictaduras de izquierda o derecha hay que alejarse de los cambios oficiales que da el Estado ( o lo que queda del mismo ) para ir a mercados, taxistas o buscavidas que se ganan la vida con el cambio de las divisas extranjeras a la moneda local . Uzbekistán es gobernado con mano de hierro por un tirano , el déspota en este país se llama Islom Karimov, y como tantos otros de la antigua Unión Soviética daba el salto del Partido Comunista al Partido único que obviamente dirige y preside con mano firme.
Y es en estas ciudades donde uno empieza a pensar en el gran hermano que todo lo vigila, con esas avenidas enormes e impersonales que te hacen imposible ver o intuir una dimensión humana de muchas cosas. Cada vez que vas a coger un metro te encuentras de lleno con una policía que te hace pensar que estas ante un estado policial burocratizado donde queda muy lejos todo lo que has visto antes en otros viajes. Bajar al metro es hacerlo a una máquina en el tiempo, la austeridad es evidente y uno observa que nada ha cambiado desde que se fueron los rusos, la ausencia de cualquier tipo de publicidad hace a uno pensar en un lugar grisáceo y triste .
Las vendedoras de fichas de metro arrastran esos rostros cansados y fatigados de los que han visto el derrumbe del antes y el ayer, su desperanza ante el futuro incierto se proyecta ante la dureza del pasado y la angustia del presente. Los policías en cambio están atraídos por cualquiera que lleve una mochila, la demencia y miedo a todo lo que vaya oculto resulta una constante realidad aquí . Los policías se sorprenden ante la llegada de un extranjero y me paran siempre para analizar mi pequeña mochila y el pasaporte. Sus caras de cansancio y de vivir una rutina constante hace que mi pasaporte les resulte una atración, siempre bromean con eso de » Barça o Madrid» al descubrir que soy español. Eso del fútbol es algo que siempre sirve para abrir una conversación, los sellos del pasaporte y de la visa son observados con una curiosidad infantil que se aleja de los rigores de un burócrata uniformado.
Es domingo y cae la noche en esta bizarra ciudad de Asia Central que no me deja indiferente ante el shock que supone encontrarme de lleno con un sistema burocratizado con un gris triste y desgastado. Las avenidas están desiertas, no hay coches, algunas pocas familias pasean por lo que curiosamente se llama Broadway , y es a lo lejos donde resuena el chapoteo del agua ya que algunos jóvenes desafían al bochornoso calor mediante chapuzones en el rio. Me detengo y empiezo a pensar, estoy ante un nuevo viaje , pero esta vez parece una incógnita en el tiempo del que desconozco su salida. La mirada de hoy es la de aquella mujer que con los ojos cerrados hace de vendedora ambulante y que abre un ojo ligeramente sorprendida cuando paso a su lado. Anochece y debo irme a dormir, hoy no es día de hablar de las miradas del bazar, tampoco de la torre de televisión reconvertida en atracción turística. Me voy al hotel impregnado por un olor a melancólico pasado que no se resigna a irse, no hay de momento ni rastro de ese pacifico e inspirador azul turquesa que se esconde en algunos rincones de esta parte del mundo . Me voy con ganas a dormir, noto de nuevo el cansancio y por hoy es suficiente en esta ciudad que me va a deparar no pocas sorpresas…
Hoy la cita es :
» Aquellos que como tu Corto Maltés saben vivir están a gusto hasta en el infierno» Hugo Pratt en las aventuras de Corto Maltés
(Perdonen por no poder poner tildes ya que mi teclado esta algo estropeado)
Buenos dias, yo naci en Tashkent, y ya que se hacia imposible vivir alli emigre a Rusia, mi hermano decidio mudarse a España y resultaba que le iban bien las cosas, como aun no tenia los papeles arreglados en Rusia me arriesgue y me fui a España, mi lugar de residencia desde hace 10 años, amigos.
En Tashkent lo normal es que te roben el reloj en cada esquina o te pegue una paliza un drogadicto, tristemente Tashkent ya no es lo que era en la epoca de la Union Sovietica.
@Claudia: Sin duda, dos caras bien distintas en todos los aspectos
dos caras de una misma moneda, el transiberiano y la ruta de la seda, no puede haber viajes tan distintos, en todos los sentidos
@Ignacio : La inmensidad de la Madre Rusia, gran libro el de Verne
@Jose: Un lugar curioso Tashkent, difiere notablemente de las ciudades Samarkanada, Bujhara y Khiva
@Pau: La sonrisa de los jugones 😉
Gran crónica Iván… un destino al que nunca me marcharía a vivir, pero que debe ser muy interesante para visitar.
Un abrazo.
Jose.
Demoledor final, jugón!
En las guías y ofertas de viaje no saldrá pero, si no me falla la memoria, estaba en el recorrido de Miguel Strogoff, el correo del zar. Voy a ver si lo compruebo.