Me enteré ayer de la muerte de Enrique Meneses y como tantos miles de personas sentí un cosquilleo en el estómago. Solamente pude ver a Enrique una vez en persona, fue en una charla magistral en Bilbao. De aquella charla me quedaba su espíritu joven , inconformista, rebelde, apasionado, y aventurero. Todo podría parecer normal, pero en el presente caso no eran palabras carentes de sentido o puestas a la ligera. Allí, en una lluviosa tarde de Bilbao las lecciones que engloban todas esas palabras las estaba dando una persona que superaba los ochenta años de edad.
Miraba a mi amigo Mikel y los dos pudimos experimentar leves sonrisas que iban de reconocimiento y aprecio a todo lo que nos decía el maestro Meneses. Allí en la quietud de una sala llena de butacas vacías pude ver a una de esas personas especiales que nos ofrecen lecciones con muchas frases y reflexiones magistrales.
En aquella charla había algunos estudiantes, se notaba que algunos iban de forma voluntaria, también había profesionales del gremio del periodismo. Y a buen seguro que varias de las personas anónimas se sentían a gusto con las nobles y viejas palabras de viajar y leer. No recuerdo exactamente que pregunta le hice a Enrique, pero recuerdo que me fascinó su cercanía y lucidez.
Unos meses antes había llehado a mis manos su libro autobiográfico «Hasta aquí hemos llegado«, un título que resume de forma fascinante una vida llena de aventuras. Cualquier viaje de ahora resulta incomparable con aquella época, con aquella forma de viajar, con la humildad, el romanticismo, la inocencia, y si se me apura con la autenticidad de unos tiempos donde el turismo no había viciado eso de ir de aquí para allá.
Creo que no estaba solamente leyendo un libro, pensaba que me estaba dando alas para volar con aquellas preciosas páginas que me recordaban muchas veces a la prosa de mi admirado Manuel Leguineche en «El Camino más corto» . Fue aquel legendario libro una inspiración en su pura esencia para muchos, pues también era un canto a la vida, a la ética, y al respeto por nuestros semejantes más allá de razas, lenguas, religiones y países.
Mentiría si no dijese que aquel libro me emocionaba como pocos libros han hecho en la pasada década. Una vida que tenía un inolvidable viaje atravesando tierras del continente africano desde El Cairo a Ciudad del Cabo. Un libro que resulta algo digno de leer para cualquiera que le fascine el viaje, la aventura o la propia vida. Aquel político de infame recuerdo llamado Fraga pudo leerlo y le dijo a Enrique «Hay que ver lo que has follado y bebido».
Y es que en el libro no se omiten secretos, se habla de viajes pero también de juergas y aventuras amorosas como si estuvieses tomando una cerveza charlando con un amigo de toda la vida. Quizás es el secreto de los grandes, hacer que entres en el libro para viajar en el tiempo al aventurarte en el mismo lugar. Al final ciertos libros tienen la característica mágica de permitirte poder oler el terreno, sentir sobre tus pies unos paisajes imaginados, pero sobre todo la capacidad de conocer lo que nunca vas a experimentar en tiempo o personas.
Seguramente se ha hablado estos días mucho de Enrique Meneses, probablemente muchas personas desconozcan quien fue el fotoperiodista autor de fotos inmortales a Paul Newman, Fidel Castro o Martin Luther King.
Es muy posible que si Meneses hubiese nacido americano o inglés su obra sería estudiada en Universidades y las autoridades le habrían cuidado como a un mito viviente. Pero al igual que Cervantes, Elcano, Orellana o Lorca tuvo esa extraña casualidad (buena o mala) de nacer en España. Aunque a lo mejor hay que ser justos con algunos héroes cansados de nuestro país y decir que si Meneses hubiera nacido yankee no hubiera tenido ni la mitad de chispa y vitalidad que tuvo hasta el final.
Meneses no confiaba en que hubiera otra vida, pero quizás se ha equivocado. Yo pienso que debe estar en un lugar donde van los reporteros y aventureros de todas las épocas. Puede ser un lugar de nunca jamás donde no se pone el sol y reina una apacible brisa marina que ve pasar barcos en el horizonte. A lo lejos hay un bar donde resuenan brindis de viejos amigos que se encuentran tras llegar al final de viaje en un oasis que se encuentra tras el desierto que acarrean ciertos caminos.
Allí puede que se recree un espacio que tiene lo mejor de todos los mundos que vieron y vivieron. Y a ese crisol de pueblos y culturas es donde ha llegado hace poco el bueno de Enrique .El legado de Meneses nos recuerda que la aventura y el aprendizaje suelen ser las recompensas inesperadas tras un gran viaje.
Con su vieja cámara y una humilde mochila se apea en un viejo puerto de mar que le lleva tiempo esperando. Y cuando llega resuenan las campanas y salen a besarle muchas mujeres hermosas que le amaron. Y Enrique respira de nuevo por honrar la libertad de sentirse eternamente joven en un lugar donde no hay que rendir cuentas a horarios ni jefes mediocres.
Descansa en paz estimado Enrique, te echaremos de menos. Gracias por las lecciones querido Maestro.
Os dejo el vídeo que Ana Salva y Joan Planas le hicieron al comenzar su proyecto Buscando Historias.
Cuantas verdades y que pena que un hombre así se vaya!! Descanse en paz
Bonito homenaje Iván. DEP
@Fran y Pau: Gracias por vuestros comentarios amigos , todo un grande que se nos ha ido. Un referente el bueno de Meneses
Increíbles palabras. Motiva a querer agarrar la cámara y la libreta para salir a conocer cada rincón del mundo.
Excelente artículo.
A todos aquellos que os apasiones viajar os recomiendo que visitéis :http://www.cooperatour.org
Es la mejor forma de conoer mundo, culturas y además hacerlo mediante viajes solidarios!