El viajero y escritor Bruce Chatwin tenía la capacidad de poder aparecer en cualquier lugar.El prolífico autor británico pasaba de buscar historias de emigrantes en Patagonia a las de aborígenes en Australia siguiendo los trazos de la canción.
Pero quizá el extremo de su vida y personalidad se reflejará en poder pasar del glamour elitista en la casa de subastas Sotheby´s donde trabajaba a la ausencia de comodidades básicas en un poblado africano.
Sea donde fuera, Chatwin dejaba huella allá por donde pasaba y con su muerte su leyenda se agrandó, su obra pasó a ser de culto y su personalidad se inmortalizó , pasando a ser uno de los últimos grandes mitos de la literatura de viajes.
Chatwin también quedó ligado a un formato de libreta negra bien característico, aquellas que fueron en otro tiempo una parte básica del discurrir diario de intelectuales, aventureros y artistas de una época quizá demasiado engalonada por los mitos y las leyendas. Artistas como Hemingway, Picasso o el propio Chatwin fueron algunos de los nombres que inmortalizaron tan singulares cuadernos.
La historia y vida de Chatwin parece burlesca y sus libretas van ligadas a sus viajes y a la creación de su obra. Cuando su proveedor de cuadernos en París echó el cierre antes de uno de sus viajes, Chatwin intentó un aprovisionamiento masivo de libretas , pero no fue suficiente para sus próximos viajes.
Libretas o cuadernos en la lengua de Cervantes, notebooks en la lengua de Shakespeare, productos para muchos que se convierten en símbolos y en una parte inseparable de viajes y vidas.
Durante las últimas dos décadas de mi vida he ido acumulando libretas, pero es quizá en la última década donde se han convertido en un producto indispensable. Si bien es cierto que los libros forman una parte inseparable de mi personalidad, las libretas no le van a la zaga. Mientras los libros escritos por otros me iluminan e inspiran, las libretas son un espacio que me pertenece, a medio camino entre la realidad, la ensoñación o la necesidad de recordar.
Garabatos rápidos unas veces, letra bien cuidada otras, colores en momentos señalados o el nítido gris de un lápiz, todo vale en el papel. Los flujos de ideas vienen cuando la inspiración encuentra la puerta abierta, otras veces en cambio solamente es pasto de la nulidad absoluta.
Hay libretas llenas de explosiones de creatividad y vida, otras en cambio no las he podido terminar y siguen todavía con mucho espacio por llenar. Hay libretas que llevan meses o años apiladas, esperando la imposición del primer trazo. Sea como fuera, todas son importantes en mi vida, cada una ocupa un espacio simbólico y memorable tanto por su contenido como por el lugar en el que fueron adquiridas.
Oriente y Occidente, Asia y Europa, ir y volver, estaciones o aeropuertos, movimiento o sedentarismo, en compañía o soledad, todo ello va acumulando momentos y kilómetros.
Si bien Chatwin tenía su pequeña librería en París, yo la tengo en la estación de Oriente en Lisboa. Como si de un guiño a la vida fuera, la estación de trenes lisboeta va reflejando un camino, creando los retales de una vida y mostrando el paso del tiempo a través del viaje fugaz de mi propia existencia…
Hoy la cita es: Extraviar el pasaporte era la menor de mis preocupaciones: extraviar una libreta de apuntes habría sido una catástrofe. Bruce Chatwin