Estimada Vida,
Buenos días desde el calor y la humedad tropical de Singapur. Te escribo de nuevo, y lo hago desde el ambiente protector y cercano de una biblioteca pública, otra más me dirás.
Hace mucho que no escribo por aquí, mis razones tendré te preguntarás y lo cierto es que así ha sido. En los pasados meses no he tenido en la escritura a la compañera fiel que otras veces ha sido, he preferido el contacto humano y cercano con familia y amigos. También he pasado horas duras en el hospital y esperando una recuperación complicada en una residencia de ancianos, finalmente y antes de venirme a Asia tuve el encuentro menos deseado, el que se da con un tanatorio y un funeral de despedida.
Levanto la vista y veo gente leyendo, estudiando o simplemente navegando por internet, podría ser en cualquier otro lugar del mundo, pero el destino y la propia vida han querido que sea en Asia. No te lo vas a creer, pero he regresado de nuevo de Shanghái en la fascinante China y esta mañana he estado buscando un libro que finalmente no he encontrado y que lleva por título The ASEAN Miracle, como si el desarrollo de una parte del mundo fuera un milagro mandado por los dioses.
Si de milagros hablamos, uno reciente ha sido el reencuentro con mis compañeros del Colegio de Oviedo, pasamos dos décadas sin organizar una maldita comida, pero el divisar los cuarenta a la vuelta fue quizá lo que volvió a despertar nuestras ganas de volver a reunirnos. Algo memorable y emotivo que espero que repitamos de forma regular cuando vuelva por Asturias. Están casi todos iguales los muy cabrones, qué buena gente son por Dios.
Y ya que hablamos de lo divino y de lo humano, me pillas en un tiempo de duda, o debería decir de dudas, y es que atrás han quedado meses regados por un tiempo de pena y dolor, ese que ocurre cuando se va alguna de las personas que más has querido en la vida. Quizá me consideres un ingenuo por no recordar a veces aquello de que vivir es lo que viene antes de morir, pero debo decirte que se me ha hecho muy duro saber que no voy a volver a ver a mi Lela querida, a saborear sus platos deliciosos como ese de calamares en su tinta que convertían el arroz en un placer divino de color negro. Sus palabras, imagen y su mirada aparecen muchas veces a lo largo del día en mi mente, lo hacen cuando menos me lo espero, en el metro, en el bus, cuando el agua me salpica la cara duchándome o simplemente cuando dejo caer la mirada en el infinito. Ya he aceptado lo inevitable, que no voy a volver a verla, ni a caminar pausadamente sosteniendo su mano, ni sentir su bondad a su lado en casa o sentados en un banco al lado de nuestro Colegio Loyola en Oviedo, es duro afrontar que ya no volveremos a pasear con ella por nuestra querida Luarca ni a comer juntos platos caseros en un Restaurante Villa Blanca que tantas veces nos sirvió como encuentro y unión familiar.
Tenía que hablar de muerte para poder hablar de vida, para poder saborear los momentos de intensidad que he dejado atrás, para valorar lo conseguido y para imaginar lo que vendrá. Vida y Asia unidas de nuevo de la mano, como si fueran páginas en un libro de viajes y aventuras, con nombres de lugares y gentes, como un peregrinaje donde se juntan lo soñado con lo leído y vivido.
Ya han pasado prácticamente tres meses desde que Lela se nos fue y dos meses desde que he llegado a Singapur y siento que fue ayer la primera vez que llegué a la ciudad. Descartada en mis primeros viajes a Asia, tuvieron que pasar varios años hasta llegar aquí por primera vez, a una ciudad que ahora me sirve como casa y donde tengo mi nuevo hogar.
Ya sabes que algunas veces la primera impresión no es la que cuenta y es ahora cuando recuerdo mis sensaciones de mi primera llegada aquí, cuando creía estar en otro mundo tan diferente a otras partes de Asia que quedaban atrás y que me habían fascinado. Me chocó de lleno la modernidad, la limpieza y el orden de la ciudad, tan diferente al caos del que estaba acostumbrado en otros enclaves asiáticos. Pero debo serte sincero y voy a decirte que en los sucesivos viajes, mis emociones y sensaciones con Singapur han ido cambiando, encontrando el punto y sentido a la ciudad, como un enclave que tiene que estar y que por causas diversas se ha cruzado en mi vida.
No te voy a mentir a estas alturas de la película, estoy viendo los cuarenta años de cerca y aunque me gusta seguir moviéndome por el mundo, valoro cada vez más el tener un sitio al que regresar, un espacio propio que pueda llamar casa y hogar. Ahora ese espacio lo tengo en Singapur, quien nos lo iba a decir hace años cuando bromeaba con mi amigo vitoriano Iñigo sobre el futuro cercano en el barrio de Tewet en Bangkok.
Ya me conoces de sobra. sabes que no necesito mucho para ser feliz y que el calor de un espacio muchas veces lo siento con algunos libros propios, con una bicicleta, una mochila aparcada y con varias libretas de notas usadas. Quiero que sepas que sigo viendo, sintiendo y viviendo con gusto el movimiento y el aprender del mundo, pero cada vez soy más distante con lo virtual, cada vez siento y valoro más el estar con gente que pueda ver y tocar, sentir el estar arropado en definitiva por personas queridas que me importan y les importo.
Bueno, creo que ya te he contado bastante por hoy, espero que aceptes mis disculpas y que entiendas mi demora en escribirte, simplemente necesitaba tiempo….
Hoy la cita es: «Buenos amigos, buenos libros y una consciencia adormecida: esa es la vida real» Mark Twain
Qué bonitas fotos, Singapur tiene un encanto singular que acapara todas las miradas. Gracias por compartir tus experiencias.
Hay cosas que no se van y de alguna manera las llevamos dentro para siempre. Esos recuerdos, momentos vividos forman parte de nosotros y de alguna forma nos reconfortan. Me ha gustado mucho tu reflexión. Un abrazo Kikeb
Hi Ivan,
Greetings from Singapore! I always have a keen interest in reading about how people see The Little Red Dot. I enjoyed reading your post.
It is saturated with emotions, ending with a sense of calm after a difficult period. I am sorry that you are not able to spend time with your granny on Earth anymore. May the lovely memories be able to warm your heart in those moments of need.
I have mixed feelings about Singapore too.Though I always feel blessed to be born in Singapore, to be educated, have the freedom to choose what I believe in and free from natural disasters, I agree with what you have written about the shocking modernity and humidity.
I am looking forward to your posts about Singapore and I am glad she has given you a sense of home.
Estimado Iván, muy buenas reflexiones. Qué buenos recuerdos en Oviedo, haciendo el proyecto fin de carrera en tu casa, y la buena de tu abuela ayudándonos con la comida. La vida nos da muchas lecciones, y creo que sentir la muerte de cerca es una de las más sanas, y debe servir para reorientar la vida hacia la parte más humana de cada uno. Un abrazo compañero.
@Alberto: Gracias por el mensaje y la buena onda. Un abrazo para ti desde Oriente.
@Pau: Gracias. Por Oriente te espero, avisa si vienes por Singapur o alrededores.
@Julen: Gracias. En eso de vivir estamos. He pasado unas semanas/meses bastante jodido. Estaba muy unido a mi abuela.
Iván, desde Mundaka, un sitio un poco diferente de Singapur, aún recuerdo aquella visita durante tu temporal, cómo no, estancia en Granada. Que esta nueva parada en Singapur te sea propicia. Saludos.
Un fuerte abrazo por tu pérdida amigo Iván, espero poder dártelo en persona por esas tierras asiáticas.
Que vaya todo bien, Iván. No tenemos que otra que vivir lo que tenemos entre manos. Eso es lo que vamos a dejar a quienes vengan detrás. Vivir, Iván, Vivir.