Hay ciudades y países que pueden definirse con expresiones o con un sin fin de calificativos, pero la verdad es que no son muchos los que tengan una palabra que los defina. Saudade es un término portugués que define muchas cosas, quizá la expresión sea atemporal y pueda ir ligada al estado de ánimo de una persona, pero también es sin duda un sentimiento que va más allá y que en cierta manera puede envolver a un país.
Definitivamente el miss you anglosajón se queda muy lejos y los términos en español melancolía, añoranza y nostalgia pueden tener nexos en común y ofrecen una ligera aproximación a la saudade, pero todavía queda lejos de alcanzar la profundidad, el significado y el sentimiento completo de la palabra portuguesa. De alguna manera, la saudade forma parte inexorable del país (para lo bueno y para lo malo), como también lo forman el fado, las tascas, los azulejos azules, el bacalao, sus famosos vinos o escritores de talla mundial como Pessoa o Saramago.
La vida nos pone en el camino personas y países, algunos se encontran con nosotros fruto del azar, simplemente aparecen por un conjunto de casualidades de compleja comprensión. Mi vinculación con Portugal viene de lejos, desde mis tiempos de estudiante Erasmus hasta mi interés por la Historia de las grandes exploraciones de ultramar, descubrimientos en los que tanto Portugal como España escribieron y definieron una parte clave de la Historia. Allí, durante mi año Erasmus, me encontré personas con las que era fácil hablar de sueños viajeros, de pasiones por descubrir países lejanos y de la magia que emanaba de buenos libros.
La primera vez que llegué a Lisboa tenía veintipocos años, era Erasmus y sentí algo mágico, como si ya hubiera estado allí en alguna otra vida pasada. Lisboa emanaba por los cuatro costados algo que muy pocos lugares tienen, alma, mucha alma. Mirando al Tajo pero divisando siempre el inminente Océano Atlántico y a la vez todos los mares del mundo. Desde allí soñaba con muchos viajes futuros y su aire bohemio y mestizo impregnaba todavía más mis sentimientos cosmopolitas y trasnacionales.
Mirando en librerías de viejo de Lisboa, Coimbra y Oporto, me veía de alguna manera proyectando y visualizando aventuras que yo deseaba vivir en un futuro no demasiado lejano. En las páginas de algunos de aquellos libros pude ver el lugar del que salieron algunos de los mejores marinos y exploradores de la Historia del mundo. Mirando el Tajo desde el barrio de Alfama imaginaba cómo serían lugares como India o el Sudeste Asiático, la verdad es que en aquellas ruas y tascas, uno fabulaba con países lejanos entre amigos, siempre rodeados de buena comida y con buen vino y cerveza locales. En aquel tiempo soñaba con todas mis fuerzas con pisar lugares lejanos que hasta la fecha yo solamente podía imaginar atravesando páginas de libros.
Sentí algo mágico y un consquilleo especial la primera vez que me bajé de aquella estación de tren en Lisboa. Empecé a caminar por calles que allí se llaman ruas y me emocioné al caminar por la Baixa, el Bairro Alto, y Alfama. Lisboa es para mi una de las ciudades que con el paso de los años forman parte de uno mismo, como lo es Madrid por ser abierta y no preguntar de donde vienes, como lo es Estambul por todo lo que fue, es y será o Bangkok por ese alma canalla, asiático, cosmpolita y a la vez espiritual. Cuatro ciudades en las que con el paso de los años , siento que en el fondo son parte muy importante de mi vida. De ellas siento a Lisboa como aquella noble, bella y vieja Dama Atlántica a la que es bueno volver a ver cada cierto tiempo para escuchar sus nobles historias de tiempos lejanos, para proyectar sueños futuros y para conocer algo más del mundo y de nosotros mismos.
Más allá de la cercanía geográfica y cultural con el país luso, mi cariño por el país nunca ha dejado de extinguirse, es más, creo que se ha ido incrementando desde que quedaron atrás aquellos inolvidables tiempos estudiantiles. La verdad es que he vuelto varias veces a Portugal para reencontrarme con lugares, gentes y con las viejas ruas
Mi idea durante la pasada Semana Santa era ir al Alentejo para caminar el «Camino de los pescadores» de la Rota Vicentina. La verdad es que quería volver a reeconcontrarme con el viajar a pie y sentir nuevamente aquello que decía Charles Dudley Warner «La sencillez consiste en hacer el viaje por la vida, solo con el equipaje necesario». Pero sacando de la manga otra cita viajera, el gran escritor viajero Nicolás Bouvier también decía aquello de que «Uno cree que va a hacer un viaje, pero enseguida es el viaje el que lo hace a él» .
A los viajes le debo algunos de mis mejores amigos y el encuentro con extraordinarias personas. En 2012 decidí hacer el Camino de Santiago desde Francia hasta Finisterre, y fue en aquel inolvidable viaje donde me encontré con el amigo Dom Veiga .
Hay gente con la que uno se iría al final del mundo y Veiga es uno de ellos. Una persona con la que uno siempre se divierte y aprende. Humanista, afable, entrañable, noble, alegre, siempre positivo y con su inmenso corazón. Siempre estaré agradecido al Camino de Santiago, al viaje y a la vida por haberme cruzado con Veiga, por tenerle como amigo.
Y como el amigo Veiga se vino desde Brasil con el objetivo de ir caminando hasta Fátima, mi rumbo debía ser el mismo que tan singular caminante. Y así fue, como una vez más en mi vida, la saudade se cruzaba de nuevo con la amistad sincera y verdadera. Era tiempo para emprender con ilusón y humildad un fantástico nuevo viaje en busca de algunos de los hermosos caminos y momentos que siempre nos regala Portugal…
Hoy la cita es: «El viaje debería hacernos más humildes» Manu Leguineche
Descubrir el alma de una ciudad es un verdadero lujo. Viajes que nos hacen crecer como personas y lugares que nos tocan la fibra… sin duda, viajar es algo mágico.
@Carlos: Siempre es un placer regresar a Lisboa y a Portugal, con sus calles, su saudade y su bacalao 🙂
@Pau: He disfrutado como un enano, Portugal es uno de mis países favoritos de Europa y del mundo mundial 🙂
He seguido tu viaje en FB y he comprobado que lo has disfrutado muchísimo… saudade y reencuentros 😀
Iván,
Muy bueno el diario. Creo que muchos sentimos lo mismo que tú hacía Portugal y Lisboa concretamente, yo como gallego te digo que la palabra que más se parece a saudade, que también existe en gallego, es morriña, de hecho hay una canción de alguién que no quiero nombrar que decía «teño morriña, teño saudade, porque estoy leixos dos meus lares».