El viajar por Europa del Este tiene unas sensaciones muy diferentes a las que tienen lugar cuando lo haces por Europa Occidental. Cuando viajas por los países del Este y por lo que fue la vieja Unión Soviética puedes vivir emociones muy intensas que son difícilmente replicables en ninguna otra parte de nuestro Planeta.
Colin Thubron es probablemente el mejor escritor de viajes del mundo y siempre ha sido un enamorado del viaje por la antigua URSS, para el viajero británico aquellas tierras siguen siendo el gran espacio en blanco. Sus libros En Siberia o Entre Rusos son algunos de los mejores libros de viajes para entender una parte del mundo tan desconocida como fascinante. Y ellos son una parte de la semilla que me ha hecho sentir fascinación por esa parte del mundo.
Estando en Sighet tuve una charla memorable con un viajero, se trataba de un retirado profesor británico que me dijo una frase que nunca olvidaré « Viajar por esta parte del mundo es sentir la Historia al salir a la calle». Allí, en aquel lugar del norte de Rumania estaba cerca de la frontera con Ucrania y pude recibir una de esas frases que mejor definen el viaje por estos territorios: Sentir la Historia en carne propia de forma muy intensa.
Las dos Guerras Mundiales y el Comunismo fueron probablemente los hechos más importantes del pasado siglo XX. Y eso es algo que se siente muchas veces al viajar por esos países. Yo todavía era un niño que estaba en el colegio cuando se produjo la caída del muro de Berlín y el desplome de la Unión Soviética. Aquellos países abrazaron la libertad y por fin se sentían fuera del yugo que marcaban los intereses de Moscú.
Desde la lejanía de una incipiente pubertad uno veía desde el televisor aquellas manifestaciones y la nueva condición que aquellos países iban adquiriendo. No puedo explicar racionalmente los motivos, pero por aquel entonces ya pensaba que en el futuro me gustaría viajar y ver con mis propios ojos aquellos países. Ya desde entonces tenía una innata curiosidad por conocer algo de esos lugares que siempre han sido vistos como demasiado alejados. Y es que a pesar de la cercanía geográfica muchas veces aquellos países parecían otro mundo.
Las fronteras de buena parte de esos países fueron modificadas varias veces durante el siglo XX, tanto antes como después de la Segunda Guerra Mundial. Con el desplome del comunismo muchas de aquellas repúblicas soviéticas adquirieron de nuevo la estructura de país y fueron avanzando en unas identidades alejadas de la uniformidad que marcaba Moscú. En los países del Este se produjeron escisiones, pacíficas como en el caso de Checoslovaquia o extremadamente violentas como en Yugoslavia.
Así que debo confesar que soy de esos viajeros que desde hace mucho tiempo me sentí atraído por conocer algo de lo que había al otro lado del Telón de Acero. Como tantas otras cosas en la vida no se debe a causas racionales, es algo totalmente irracional y emocional.
Pese al cambio sufrido desde el colapso de aquel modelo y el tiempo transcurrido, es sencillo experimentar en carne propia un conjunto de experiencias que te hacen vivir intensamente el viaje por esas latitudes. A veces los amigos me preguntan por detalles de estos países o se sorprenden de mi fascinación por lugares que a ellos les suenan raros o a los que jamás irían en su tiempo de vacaciones. En cambio mi atracción por estos países me hace siempre volver, no sé dar una adecuada respuesta, pero lo que si puedo afirmar es que viajando por esos territorios aprendo de una forma muy intensa, tanto de los lugares, como de sus gentes o de la intensa Historia y lógicamente todo eso me estimula para seguir regresando. Y es que debo afirmar sin miedo a equivocarme que ese aprendizaje y esas lecciones no las puedo encontrar en una Europa Occidental demasiado programada y previsible. Así que pese a la dificultad que en ocasiones lleva pareja el viaje por ciertos territorios siempre digo que se trata de una de las zonas del mundo que más me atraen y estimulan como viajero.
Casi siempre que voy al Este me quedo mirando a sus abuelas, son las llamadas babushkas en Rusia y representan muchas cosas que me ayudan a entender. Es en sus rostros cansados como se me muestra de primera mano el cambio que se experimentó en aquella parte del mundo. A veces me siento en un parque y me quedo mirando fijamente a esas mujeres que llevan escrito en sus ojos la vida de un sistema que ya no existe. Algunas todavía llevan impresa la huella de un siglo de sufrimientos entre guerras y catástrofes sociales, económicas y políticas
Resulta complicado imaginar a personas que tenían cincuenta años cuando el viejo modelo comunista hizo aguas. Sus vidas maduras esperando la última década antes de la jubilación se vieron alterados violentamente por unos hechos que tiraban por tierra lo que habían vivido durante toda su vida. Por eso, sus rostros cansados reflejan mejor que nadie lo que resultó el cambio de modelo socio económico y político. Muchas veces las encuentras con la mirada perdida, algunas veces venden lo que pueden en la calle: frutas, utensilios viejos o te invitan a pesarte en básculas viejas. Otras veces solamente les queda la esperanza de recibir una limosna de la gente que pasa a su lado. En algunos casos tienen suerte y alquilan habitaciones de sus casas que puede servir como alojamiento a viajeros.
Viajando por muchos países del Este he vivido experiencias memorables y también duras , todas ellas son parte del viajeaprendizaje que llevo muy dentro. Todavía puedo recordar aquellas miradas que llevaban impresas el cansancio de la guerra en Bosnia con aquella familia con la que me alojé en Mostar o el rostro cansado de la abuela del mercado de Sarajevo. En Rusia y Uzbekistán siento la vida pasar en las sinceras sonrisas de aquellas abuelas dentro del Transiberiano y del tren que me llevaría a la legendaria Samarkanda.
En Croacia y Bulgaria puede alojarme en sus viejas casas para colaborar de forma responsable con unas pensiones raquíticas que nos les alcanzan para llegar a fin de mes. Y ahora camino de nuevo por otras calles de aquel viejo Telón de Acero y veo de nuevo sus rostros cada día. Avanzo por viejas calles de Ucrania mientras pienso en la crudeza que ha vivido el país durante el pasado siglo.
Rostros sinceros y nobles que me ayudan a entender algo del mundo en el que me ha tocado vivir. Camino de nuevo con mi mochila a través de la Historia de un fascinante país como Ucrania . Y una vez más siento la intensa huella humanista del viaje en los ojos de unas abuelas que han vivido en sus carnes el mayor cambio socio económico y geopolítico del siglo XX …
Hoy la cita es : “Viajar, como el amor, es un intento de transformar los sueños en realidad”. Alain de Botton
Gracias amigo Pau. Te puedo asegurar que hay rostros y ojos en el Este que ayudan a comprender. Un viaje al pasado y la Historia del siglo XX en toda su intensidad., siempre fascinante viajar por esos territorios orientales. Un abrazo
Hay algunas miradas que lo dicen todo, gracias por compartirlas.
Hola Victor. Lo cierto que en sus ojos y vidas podemos comprender el cambio de un sistema a otro. También pensar que el colapso de un modelo socio-económico y político pillaba a muchas de las actuales abuelas en una edad complicada con 40-50 años, en la madurez de la edad adulta. Todo eso hizo aguas cuando el modelo soviético hizo aguas y cuando caía el muro de Berlín. También se me pone la piel de gallina cuando entro en los museos y veo los ojos de las mujeres que vivieron el siglo XX con las guerras mundiales o el comunismo. Dramatismo y realidad en estado puro, tanto en los ojos de las babushkas de hoy como en las de aquellos tiempos. Sufridas vidas la de esas mujeres. Un abrazo
A las abuelas se han referido siempre mis amigos de Europa del este cuando se les comenta el carácter pesimista que se atribuye a esos lugares.
«Habla con mi abuela» Te dicen. «Trata de convencerle de que el cambio es bueno y de que no hay ningún problema con él después de haber vivido invasiones, guerras mundiales y décadas de comunismo. Dile que no hay que aceptar lo que uno tiene ahora y hay que arriesgarse a conseguir algo mejor…»
Noto tus palabras tan cercanas que me sobrecogen… un abrazo Iván.